Aborto: Doble moral y olvido histórico I los tiempos remotos

Escrito por: Rosario Aquím Chávez

Aborto: Doble moral y olvido histórico I los tiempos remotos

El aborto y la anticoncepción se han convertido en el gran dilema del siglo XXI. Sin embargo, esta problemática no es hija de este siglo, su historia se remonta a tiempos inmemoriales. La historia del aborto, ha acompañado la vida e historia de las mujeres de todos los tiempos y de todas las culturas, de ahí que podamos afirmar, que es una problemática que ha nacido con la misma humanidad. Detrás de sus luces y sombras, el tema del aborto oculta un olvido intencionado y una deuda histórica, que es necesario saldar.

 

UN POCO DE HISTORIA: LOS TIEMPOS REMOTOS

 

Existen múltiples investigaciones antropológicas que muestran que ya en las poblaciones nómada, el aborto y la anticoncepción se practicaban con frecuencia debido a que los hijos constituían una seria desventaja para las movilizaciones grupales. 

 

Entre los pueblos primitivos el aborto no era considerado como delito y no era extraña la práctica del infanticidio por razones eugenésicas. Los yanomanos exterminaban constantemente un gran porcentaje de sus bebés de sexo femenino, no solo mediante negligencia selectiva, sino mediante actos específicos de asesinato, dejando una proporción de 154 varones por cada 100 hembras. El primogénito, debía ser varón, luego eliminaban las criaturas de ambos sexos.

 

En las islas Marquesas el aborto se realizaba con astillas de Bambú. En China, se practicaba desde la época del Emperador Chen-Nang (2737-2696 a.C.). En un sentido más filosófico relacionado con la salud del hombre, en China también se practicaba el coito reservatus o coito sin eyaculación, también llamado Karezza. Ya que según el Tao, si el hombre reduce las eyaculaciones a un mínimo absoluto, el cuerpo se fortalece, su mente se agudiza y mejoran sus sentidos ( vista y oído). Otra variante del coito interrupto, fue recomendada en un texto Ming del año 1598,  era el coitos abtractus, que consistía en provocar una eyaculación retrograda.

 

Sin embargo, es en Egipto donde se han encontrado las prescripciones más antiguas de la anticoncepción, documentadas en algunos de sus papiros. En el papiro Ebers encontrado en 1873, se describe una serie de recetas médicas que tenían como objeto que la mujer dejara de concebir. Un ejemplo de ello son:

El tapan de hilaza medicado: Se trituraba la Acacia con una medida de miel y una vez humedecida la hilaza se colocaba en la vulva de la mujer. Según los egipcios, con esta fórmula, la mujer dejaba de concebir durante un año o más.

Preparados intravaginales: Los propios egipcios utilizaban diversas formas de preparados intravaginales que servían como barrera o espermicidas. “Muy popular resultó ser el uso del excremento de cocodrilo o de elefante y los pesarios de miel con goma arábica obtenida del árbol de la acacia y que libera ácido láctico al fermentarse. La combinación de la miel, que tiene propiedad adhesiva y de barrera, con la acción espermicida del ácido láctico producía el efecto anticonceptivo.”.

Por otro lado, desde el año 1350 a.C. los egipcios, ya usaban vainas sobre sus penes para prevenir los embarazos y los antiguos japoneses el caparazón de tortuga para cubrir el glande. Los pueblos americanos, antes de la conquista no eran tampoco ajenos a las prácticas abortivas y a la anticoncepción. 

En la antigua Grecia, el aborto era empleado para regular el tamaño de la población y mantener estables las condiciones sociales y económicas. Platón recomendaba el aborto a las mujeres embarazadas mayores de 40 años o cuya pareja era mayor de 50 años. Aristóteles sostenía que el feto se convierte en ‘humano’ a los 40 días de su concepción si es masculino y a los 90 si es femenino y recomendaba el aborto para limitar el tamaño de la familia.

La decisión era dejada a la madre, salvo que se tratara de cuestiones de Estado. Ya que se  consideraba al feto como parte de la madre, ella podía disponer al arbitrio de su cuerpo.

En su libro La Política, Aristóteles hizo referencia a aceptar el aborto cuando era excesivo el número de ciudadanos  y teniendo en cuenta el alma del nuevo ser.
Con Plinio, consideró que la mujer recibía el alma a los 90 días y el hombre a los 40 días después de la concepción, por lo tanto cuando era un “inanimado” el castigo era el destierro, y si era “animado”, se equiparaba a un homicidio y su castigo era la pena de muerte.

Tanto Aristóteles, como Dioscórides posteriormente, recomendaban una serie de hierbas mezcladas con miel, así como el aceite de cedro.

 

Al igual que los egipcios, los griegos usaron pastas y aplicaciones locales como aceite de mitro, miel, corteza de pino, granada pulverizada y tapones de lana impregnados con vinos y otros extractos.  Otro método practicado por esta civilización era el poscoital, que consistía en que la mujer se sentase en cuclillas, lo que aumentaba la presión intrabdominal, para intentar expulsar el semen de la vagina. Otro método conocido era el coito interrupto. 

En la antigua Roma el aborto estaba permitido, pues el derecho romano no consideraba al bebé no nacido” como persona, se consideraba al feto parte del propio ser de la madre, por tanto no gozaba de asistencia legal alguna. Aunque le reconocían derechos tales como el derecho a nacer; de ahí que, las ejecuciones de mujeres embarazadas condenadas a muerte, se posponían hasta después del nacimiento del bebé. Los romanos pensaban que el aborto afectaba sobre todo los intereses particulares de la comunidad, por ello, no le dieron demasiada importancia. Pese a ello, utilizaban una funda fabricada de vejiga de macho cabrío que al tiempo que le servía de anticonceptivo los protegía de enfermedades. Sin embargo, si el padre del nonato era senador al momento de la concepción, este nacía con los privilegios de hijo de senador. En la época de Ovidio esto fue muy extendido, ya que él escribió refiriéndose a las clases superiores lo siguiente: "Nunc uterum vitiat quae vult formosa videri, Raraque, in hoc aevo, est quae velit esse parens"; que quiere decir: "Ahora corrompe su vientre la que quiere verse hermosa, y es rara, en esta época, la que quiere ser madre".

 Por otro lado, tanto en la civilización griega como en la romana, se practicaba el aborto, a través de la inserción de sustancias por el cuello del útero, utilizando tubos de plomo huecos, esta práctica fue descrita por Hipócrates. Los romanos, también utilizaban plumas de pato con estos fines.  En el siglo II, encontramos el primer registro de leyes promulgadas por el Estado romano contra el aborto, decretando el exilio contra las madres y se condenaba a los que administraban la pócima abortiva, a ser enviados a ciertas islas si eran nobles o a trabajos en las minas de metal, si eran plebeyos.

Con la irrupción del cristianismo, como religión oficial del imperio romano en el Siglo IV, se adjudicó al embrión la teoría de Aristóteles de la Antigua Grecia. Desde ese momento, comenzó la represión del aborto, sustentada en que, determinadas sustancias abortivas ponían en peligro la vida de las mujeres que se sometían a este método.

El Imperio romano cayó en el S. V, y en el siguiente siglo, apareció lo que podríamos llamar la primera mujer feminista: Teodora esposa de Justiniano de Bizancio. Teodora fue una ex-prostituta que legisló y dictaminó leyes como: derecho al aborto, pena de muerte a los violadores, prostíbulos en manos de mujeres y no de hombres, prohibió la prostitución forzosa, no penalizó el adulterio e incentivó el matrimonio libre entre clases, razas religiones, etc. (Falleció en el 548 d. C).

En el antiguo testamento no se menciona el aborto, aunque existe referencia en Exodo 21,22.
Los hebreos, por su parte, penaban solamente los abortos causados violentamente. Los antiguos hebreos creían que el feto no tenía existencia humana antes de su nacimiento, y que el aborto en cualquier época del embarazo era completamente permisible, si se hacía en favor de la vida y la salud de la embarazada. El delito parece no haber prevalecido en el tiempo de Moisés, bien sea entre los Judíos o entre las naciones circundantes; por ejemplo no se mencionan en la extensa enumeración de pecados imputados a los Cananeos. Sin embargo, los hebreos antiguos ya practicaban la continencia sexual y la utilización de pesarios de barrera como el tapón de algodón llamado Mokh. 

Aunque no se puede precisar el origen exacto del preservativo, datos científicos ubican su uso en épocas prehistóricas: en una cueva francesa, se descubrió un dibujo, donde aparecen una pareja practicando el acto sexual  y  el hombre parece tener cubierto el pene con alguna forma de funda.

En las culturas matriarcales y en la céltica, donde la descendencia más importante era la materna, el aborto era dejado a discreción de la mujer. Generalmente, no era practicado porque era considerado un insulto a las divinidades femeninas del nacimiento y de la fertilidad. Se suponía que rechazar una vida donada por la Diosa traía mala suerte al clan, en cambio estaba permitido dejar morir a sus propios hijos, sobre todo si nacían con algún defecto físico. Los vikingos los aventaban a un hoyo con bestias feroces.

Como se puede apreciar, las antiguas civilizaciones no castigaron el aborto ni la anticoncepción. El dilema sobre la punibilidad de esta problemática, aparece recién a partir del siglo IV d.C. con la institucionalización del cristianismo como religión del estado romano, y desde ahí, ha marchado a lo largo de la historia entre el reconocimiento de la plena libertad de la mujer sobre su cuerpo, por ser considerado el vientre una prolongación de éste; hasta las concepciones más conservadoras, que pretenden que el vientre, es una fábrica más, de propiedad del Estado.

 

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