Antonio Saucedo: Más que un zapatero, un símbolo de superación en Trinidad
JOAQUINIANO. Su máquina la compró por 500 Bs a un señor que no la entendía. "Me la vendió fregada y yo la tuve que componer", añade con una mezcla de orgullo y nostalgia.
Trinidad/Daniela Mosqueira.- A sus 72 años, Antonio Saucedo es un testimonio viviente de resiliencia y dedicación. Originario de San Ramón, provincia Mamoré, Antonio llegó a Trinidad por esas vueltas inesperadas que da la vida. Hoy, ocho años después de haberse iniciado en el oficio de zapatero, se ha ganado un lugar respetado.
"Me quedé por acá, por las circunstancias de la vida", comenta con una sonrisa serena. "Ahora ya estoy tranquilo”. "Aunque su vida comenzó en San Ramón, fue Trinidad quien lo adoptó y le ofreció una nueva oportunidad.
El inicio en la zapatería. Antonio recuerda con gratitud a Carmelo Díez, el hombre que le enseñó los secretos de la zapatería. "Fue un señor que se llama Carmelo Díez. Ese fue el que me enseñó. Trabajaba allá en la Niña Autónoma", dice. "Ya cuando yo vi que ya sabía, me vine acá para aprender más con cabeza propia".
Herramientas de trabajo. Cada herramienta tiene su historia y su importancia. "Utilizo un cuchillo para hacer moldes, el martillo, clefa que es muy importante para pegar, la máquina, aguja e hilo, lápiz, alicate, alicate de punta, ojo de pollo y, por último, la escobilla. Son los instrumentos que le dan vida a mi trabajo", explica. La máquina de coser, un elemento crucial en su labor, la compró por 500 Bs a un señor que no la entendía. "Me la vendió fregada y yo la tuve que componer", añade con una mezcla de orgullo y nostalgia.
Desafíos personales y laborales. Uno de los mayores sacrificios de Antonio fue dejar atrás a su familia. "Estoy lejos de mi familia, más que todo fue dejar a mis hijas, porque tuve solo dos. Ahora no sé nada de ellas y ellas nada de mí", dice con tristeza. Además, ha enfrentado situaciones difíciles, como el robo de una bolsa de zapatos mientras almorzaba.
Pese a todo, se mantiene firme. "Yo solo me mantengo, trabajo para comprar mi comida. Con este trabajo, compro materiales, ropa, zapatos y comida para poder vivir".
Rutina y productividad. Empieza su jornada laboral a las 6 de la mañana y trabaja hasta las 6 de la tarde. "Cuando hay trabajo, arreglo entre 15 y 20 zapatos al día. Hay de todo precio, depende del tipo de zapato. Si es un par cobro 20 Bs, si es de dama los tenis 15, y si es de niños 10 Bs los pares de zapatos", detalla. "Antes era más barato porque todo era más económico, pero ahora los materiales han subido y uno tiene que aguantar. Uno los compra porque los necesita."
La importancia de su labor. Para Antonio, su trabajo es más que una fuente de ingresos; es una forma de ayudar a la sociedad. "Es importante porque algunas personas no pueden comprarse otro zapato nuevo. Muchos me conocen y vienen donde mí", afirma. Algunos amigos le dicen, en tono jocoso, "usted lo costura para que nunca se fregue". Tal vez sea así, pero para Antonio, cada zapato que repara es una pieza de su legado.
Antonio Saucedo es más que un zapatero; es un hombre que, con sus manos y su corazón, ha sabido construir una vida digna y respetada. En trinidad, es un ejemplo de cómo la dedicación y el esfuerzo pueden transformar las circunstancias más adversas en historias de éxito y superación.