Cabezazos circulares
Por: Monica Briançon Messinger

Somos unos repulsivos cabezones circulares. Fuimos del liberalismo al socialismo. Estuvimos en el neoliberalismo y ahora vivimos una porquería llamada “socialismo del siglo XXI”. Un eufemismo para disfrazar a la repugnancia fétida del extractivismo estatista que mata a Bolivia.
Quizás ahora, con una especie de narcotizante oferta electoral de la oposición creemos que tendremos el liberalismo del siglo XXI, matizado con ofertas de protección al medio ambiente, la eliminación de los subsidios, y otros ingredientes de la sopa política que consumimos.
Pero claro, si es que gana la oposición. Lo dudo. Evistas y Arcistas, mañudos y maleantes, se darán modos para seguir depredando al país. Ganarán porque no quitarán la subvención a los hidrocarburos. Les conviene adormecer a los sindicatos de transportistas vendiendo carburante barato, al igual que a los mineros, o a los monocultores que usan el diesel para alimentar a su diabólica maquinaria, bajo el título de “aparato productivo nacional”.
Pero si no ganan tendremos a alguien intentando gobernar y sacarnos del hueco de la deuda interna y externa. Cuando el país esté más o menos recuperado, capaz y vea el ascenso de la inmundicia socialista.
Eso se llama historia circular y no lineal. Damos vuelta sobre lo mismo, repitiendo ciclos de 20 años que nos dejan igual que siempre. Pobres y cabizbajos.
Bolivia repite patrones históricos: levantamientos, reformas, concentración de poder, crisis y vuelta a empezar. Las promesas de cambio profundo (1952, 2006) terminan reproduciendo viejos vicios. El poder se concentra, surgen nuevas élites, y las exclusiones siguen presentes.
La historia no es lineal sino circular. Los procesos históricos se repiten o tienden a reiterarse en ciclos, aunque no de manera idéntica. A diferencia de la visión lineal del progreso continuo (propia de la modernidad occidental), la perspectiva circular o cíclica enfatiza la repetición de patrones sociales, políticos, económicos y culturales a lo largo del tiempo.
Platón y Aristóteles ya hablaban de la circularidad de los regímenes políticos, donde las sociedades pasarían de monarquías a tiranías, aristocracias, oligarquías, democracias y de vuelta a tiranías en un ciclo incesante. Mi respetado profe de la U, el historiador boliviano Gustavo Rodríguez Ostria aportó reflexiones relevantes sobre la circularidad de la historia en América Latina y Bolivia, subrayando cómo ciertas dinámicas políticas y sociales se reiteran a lo largo de los siglos.
Adhiriéndome a este punto de vista, considero que el cambio no es constante y progresivo, basado en la ciencia, la tecnología, la razón y la moral. Creo que las civilizaciones y sociedades están destinadas a repetir crisis, conflictos y soluciones similares. Algo así como la canción del Julio Iglesias que decía “tropecé de nuevo y con la misma piedra”.
¿Es hora de romper el ciclo? ¿Es el fin de una era? ¿Seguiremos haciendo las cosas como siempre? Cuanto daño le hicieron a este país, que la gen Z piensa que “a Goni lo derrocaron por menos”. A ese nivel de olvido histórico llegamos, donde la espantosa intersección entre baja escolaridad y comentarios políticos sin lectura, terminan por mirar hacia atrás y ensalzar a figuras como al “Mono” y su 21060.
Romper este círculo requiere de mirar más allá de unas simples elecciones y de poner todas las fichas en una sola persona, de quitarnos esa infantil idea del “salvador”, y de preguntarnos, qué queremos realmente como sociedad, y si estamos preparados para dar esos cambios.
Que las horas cívicas se vuelvan en espacios de soluciones, y que las ofrendas florales sean propuestas concretas, que los desfiles sean lluvia de ideas y que los millones de fotocopias de carnet, sean créditos aprobados para un emprendimiento. Mirar adelante, y salir del círculo, requiere precisamente eso, los ojos en el futuro y no, cabizbajos, esperando tu turno en la fila de la gasolina.