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De cartas, capiguaras y confusiones ministeriales

Me acaban de enviar una carta. Larga. Técnica. Con citas de leyes, convenios y amenazas veladas.

De cartas, capiguaras y confusiones ministeriales


Lo curioso —o tragicómico— es que esa carta responde a una propuesta que ni siquiera se ha presentado formalmente.


No hay ley aprobada. No hay decreto. No hay domesticación.


Ni el CapiFest es un acto de tenencia ilegal, ni la declaratoria como mascota municipal ha salido del letargo burocrático en el que el propio Concejo la dejó varada desde el año pasado.


Lo que hay —y lo saben bien— es una iniciativa cultural, y una propuesta para abrir el debate técnico sobre una práctica que en el Beni es más vieja que la primera barcaza: convivir con fauna silvestre.


Loros, monos, parabas, tortugas y sí, capiguaras. No es nuevo. Es parte del paisaje y del vínculo histórico de nuestro pueblo con su entorno.


Pero parece que lo que verdaderamente incomoda no es la capiguara… es que un municipio piense por sí solo.


Dicen que declarar mascota a una especie "contraviene el orden legal". Pero en todo el mundo hay símbolos nacionales que no por eso se crían en jaulas. El koala en Australia, el hornero en Argentina, el cóndor en Bolivia. ¿Los domesticaron acaso?


Mientras tanto, los verdaderos crímenes contra la biodiversidad los desmontes, los incendios, los agrotóxicos, la ampliación sin freno de la frontera agrícola, CONTAMINACIÓN CON MERCURIO POR EXPLOTACIÓN AURÍFERA, siguen sin pronunciamientos ni cartas escandalizadas.


Me acusan por proponer un análisis, por tratar de darle su lugar a una figura emblemática y armónica, me acusan por defender a la capiguara. Qué crimen tan salvaje el mío: hacer sonreír a los niños de Trinidad, promover el arte y reforzar una identidad que algunos desde La Paz todavía no entienden… ni respetan.


¿Y saben qué? No me voy a disculpar. No vamos a retroceder.


Porque cuando un pueblo decide celebrar lo que lo hace único, ni ministerio ni manual puede detenerlo.


El CapiFest sigue en pie.


No como acto de rebelión, sino como acto de amor.


Aquí no domesticamos la naturaleza. La celebramos, la entendemos y la integramos.


En Trinidad, defender lo nuestro no es delito. Es dignidad.


Y si eso molesta… es que vamos por buen camino.

escrito por: Sebastián Murillo

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