Diálogo, formación y liderazgo: Claves urgentes para una política con sentido público
Autor: Post Ph. D. Alfredo Eduardo Mancilla Heredia Doctor en Economía. Posdoctoral Currículo, Discurso y Formación de Investigadores Académico Nacional e Internacional Periodista APC – ANPB alfredomancillaheredia@gmail.com
En tiempos de desconfianza ciudadana, polarización y crisis institucional, la política atraviesa uno de sus momentos más complejos. La distancia entre quienes gobiernan y la sociedad se ha ampliado, no solo por los resultados económicos o sociales, sino por la forma en que se ejerce el poder. Frente a este escenario, tres elementos resultan fundamentales para recuperar el sentido público de la política: El diálogo, la formación en gestión pública y el liderazgo responsable.
El diálogo no es una concesión ni una señal de debilidad, sino la esencia misma de la política democrática. Dialogar implica reconocer la diversidad de intereses y visiones presentes en la sociedad, escuchar al otro y construir acuerdos posibles. Cuando el diálogo se reemplaza por la imposición o la descalificación, la política pierde su capacidad de integrar y se convierte en un factor de conflicto permanente. Una sociedad sin diálogo político es una sociedad fragmentada, donde las decisiones se toman de espaldas a la ciudadanía.
Sin embargo, el diálogo por sí solo no basta. La política también exige capacidad técnica y conocimiento del funcionamiento del Estado. Gobernar no es improvisar ni administrar ocurrencias. La gestión pública requiere formación, comprensión de los recursos disponibles y responsabilidad en el uso del dinero público. Cuando quienes toman decisiones carecen de preparación en gestión, las políticas fracasan, los proyectos se paralizan y los costos los termina pagando la población. Profesionalizar la política no significa alejarla de la gente, sino hacerla más eficiente, transparente y orientada a resultados concretos.
A este binomio se suma el liderazgo, entendido no como culto a la personalidad, sino como la capacidad de conducir procesos colectivos con visión de futuro. Un liderazgo auténtico no divide ni enfrenta, sino que orienta, convoca y genera confianza. El líder político debe ser capaz de explicar decisiones difíciles, asumir responsabilidades y priorizar el interés general por encima del beneficio personal o partidario. Sin liderazgo ético, la política se vacía de contenido y se reduce a una lucha por el poder.
Diálogo, formación y liderazgo no son elementos aislados. Se necesitan mutuamente. El diálogo sin liderazgo se diluye en discursos sin rumbo; la gestión sin diálogo se vuelve autoritaria; y el liderazgo sin formación técnica termina en improvisación. Solo su articulación permite una política capaz de responder a los problemas reales de la gente.
Hoy más que nunca, la sociedad necesita una política que recupere su función transformadora. Una política que escuche, que sepa gestionar y que sea liderada con responsabilidad. No se trata de promesas grandilocuentes, sino de prácticas concretas que devuelvan dignidad a la acción pública y confianza a la ciudadanía. Sin diálogo, sin formación y sin liderazgo, la política pierde sentido. Con ellos, vuelve a ser una herramienta al servicio del bien común.