DOS MEMORIAS, DOS CUERPOS: FANTHY VELARDE Y ROSARIO AQUIM CHÁVEZ DESDE EL BENI HACIA LA POÉTICA DEL DESEO Y LA RESISTENCIA
Escrito por: Juan Carlos Ramiro Quiroga

Desde las orillas húmedas del Beni, dos figuras femeninas dibujan memorias que disputan el silencio y la norma: Fanthy Velarde canta desde la contemplación íntima, donde el cuerpo se funde con la selva y el deseo se vuelve ritual; Rosario Aquim Chávez irrumpe con una poética insurgente, donde el placer es militancia y la piel, archivo de resistencia. Ambas escriben desde geografías emocionales distintas, pero comparten una raíz amazónica que convierte sus versos en testimonio, en fuego, en agua. Para los lectores de poesía, sus obras ofrecen dos formas de habitar el cuerpo: una desde la ternura que resiste; otra desde el deseo que arde sin disculpas.
En el mapa poético de Bolivia, tan precario y poco estudiado, el Beni suele aparecer como un territorio marginal, húmedo y silenciado. Pero desde sus orillas fluviales y sus ciudades fronterizas, dos figuras han tejido memorias que desafían el olvido y la norma: “Memorias desde mi otoño” de Fanthy Velarde y “Memorias de la piel” de Rosario Aquim Chávez son dos libros que, desde registros distintos, construyen una poética del cuerpo, del deseo y de la firmeza. Ambas autoras, nacidas en el Beni, escriben desde la experiencia femenina, pero sus memorias divergen en tono, forma y urgencia.
FANTHY: EL CUERPO COMO ARCHIVO DE LA PÉRDIDA
En “Memorias desde mi otoño”, Velarde escribe desde la madurez, desde un tiempo que ya no espera. Su voz es íntima, contemplativa, marcada por el duelo y la nostalgia. El cuerpo aparece como un territorio invadido por la naturaleza, por el recuerdo, por el deseo que ya no se consuma. Hay una poética del desgaste, donde el erotismo se filtra como agua bajo la puerta.
“Canta / Así podré llorar / sin que te enteres / mientras lucho con el agua / que se filtra por debajo de la puerta”
Fanthy no busca provocar, sino testimoniar. Su erotismo es simbólico, vegetal, casi ritual. El cayú que florece, los tojos que anidan, las hormigas que invaden: todo el entorno responde al cuerpo, lo acompaña, lo invade, lo consuela. Su poesía es amazónica no solo por el paisaje, sino por la humedad emocional que la atraviesa.
ROSARIO: EL CUERPO COMO TRINCHERA DEL PLACER
En contraste, “Memorias de la piel” es un manifiesto erótico y político. Rosario escribe desde la juventud, desde el deseo que arde, desde la disidencia que se afirma. Su cuerpo no es invadido, sino exhibido, gozado, celebrado. Hay una militancia del placer, una poética queer que desafía la norma y el pudor.
“Mi piel recuerda / cada mordida / cada roce / cada monstruo que me hizo temblar / y me hizo libre”
Aquim convierte el cuerpo en archivo de experiencias sensuales y afectivas, es la historia de su sexualidad. Su lenguaje es directo, provocador, lleno de metáforas carnales. La memoria aquí no es melancólica, sino insurgente. El erotismo no se esconde: se grita, se canta, se inscribe en la piel como un tatuaje.
DOS MANERAS DE OPONER RESISTENCIA
Ambas poetas escriben desde el Beni, pero sus geografías emocionales son distintas. Fanthy canta desde Loreto, desde la selva profunda, desde la contemplación. Rosario grita desde Riberalta, desde la frontera, desde la urgencia. Una escribe desde el otoño; la otra desde el verano.
REIVINDICACIÓN DESDE EL BENI
La trayectoria de ambas autoras ha sido silenciosa en el país. Fanthy Velarde, con una obra que abarca poesía, teatro y ensayo, ha sido más reconocida en espacios culturales locales, pero aún espera una lectura nacional que valore su lirismo amazónico. Rosario Aquim, por su parte, ha irrumpido en círculos queer y feministas en la ciudad de La Paz, pero su radicalidad aún incomoda a los cánones literarios bolivianos.
Ambas merecen ser leídas en diálogo, como dos formas de nombrar el cuerpo desde el Beni: una desde la lluvia que cae lenta; otra desde el ardor que arrebata sin pedir permiso.
Nacida en Loreto, Beni, en 1958, Fanthy Velarde —también conocida como Selva Libertad Velarde Hurtado de Ribera— es poeta, actriz, narradora oral y gestora cultural. Su obra se despliega como una cartografía íntima del oriente boliviano, donde el cuerpo femenino se funde con la selva, el río, la lluvia y el duelo. En libros como “Memorias desde mi otoño” y “De amores y dolores”, su poesía se vuelve testimonio de lo cotidiano amazónico, de la pérdida amorosa, del deseo que se filtra como agua bajo la puerta. Velarde escribe desde la contemplación, desde la madurez, desde una voz que canta para llorar sin que la escuchen. Su erotismo es vegetal, simbólico, ritual. Como presidenta de la Casa de la Cultura del Beni, ha sido una figura clave en la preservación de la memoria regional, y su obra teatral y ensayística sobre la cosmovisión mojeña revela una sensibilidad profunda hacia los pueblos indígenas y sus saberes. Su poesía es un canto lento, húmedo, que resiste el olvido desde la ternura.