Editorial
El Concejo municipal no trató la declaratoria de Tesoros Humanos Vivientes y dejó sin homenaje a quienes dieron identidad al Beni.”
En la víspera del 18 de noviembre, cuando el pueblo beniano se prepara para celebrar 183 años de historia, progreso y memoria, el Concejo Municipal de Trinidad tuvo la oportunidad de saldar una deuda moral con quienes han dedicado su vida a construir la identidad cultural de la región.
No lo hizo.
Ante el pleno debían tratarse tres proyectos de ley destinados a declarar Tesoros Humanos Vivientes a seis personalidades cuya trayectoria trasciende generaciones:
José Enrique “Pepe” Villar Suárez, Yuly Natusch Henrich, María Esther “Tonchi” Shiriqui de Yáñez, Selva Libertad “Fanty” Velarde Hurtado, Arnaldo Mejía Méndez y Zoilo Salces Paz.
Seis nombres.
Seis legados.
Seis vidas que definieron la literatura, la música, la docencia, el liderazgo social y la memoria colectiva del Beni.
Sin embargo, pese a la relevancia histórica y al carácter estrictamente cultural del reconocimiento, el Legislativo Municipal decidió no tratar las leyes, postergando —por omisión o indiferencia— un acto que hubiera significado un hito para la cultura trinitaria y un mensaje claro de respeto a los guardianes de nuestro patrimonio inmaterial.
No se trataba de un homenaje trivial.
Se trataba de reconocer en vida a quienes ya forman parte del imaginario cultural del Beni; de asegurar que sus nombres, sus obras y su legado sean transmitidos a las nuevas generaciones con el honor que merecen.
Se trataba, en esencia, de preservar la identidad antes de que el silencio lo haga por nosotros.
Algunos de estos maestros superan ya las ocho décadas de vida.
No reconocerlos hoy es condenarlos a la sombra burocrática de mañana.
No declararlos ahora es correr el riesgo de aplaudirlos demasiado tarde.
El Concejo Municipal tenía ante sí la posibilidad de colocar a Trinidad en la vanguardia nacional —después de Sucre— en la protección de sus Saberes Vivos y de sus figuras culturales históricas.
La decisión de no hacerlo, especialmente a pocos días del aniversario departamental, deja un vacío que no podrá llenarse con discursos ni proclamas institucionales, ahora a diez días de cerrar el mes de aniversario nos llevamos esta frustración gracias al legislativo.
La cultura no espera. La memoria tampoco.
Si un municipio no reconoce a sus maestros, otros pueblos lo harán en su lugar.
Si una ciudad no honra a quienes le entregaron su vida, serán los funerales —y no las leyes— quienes cierren la historia.
Desde este medio, llamamos al Concejo Municipal a reconsiderar su postura.
A anteponer el sentido de responsabilidad histórica y cultural por encima de cualquier cálculo político.
A entender que estos seis nombres representan algo más que trayectorias individuales: representan las raíces, el espíritu y la esencia misma de lo que significa ser trinitario.
Todavía hay tiempo.
Mistado, pero hay tiempo.
La cultura merece un gesto de grandeza.
El Beni, en su aniversario, también.