El aborto en la edad media r.
Por: Rosario Aquím Chávez
La Edad Media, es la época más oscura de la humanidad. Para nosotras las mujeres, esta oscuridad tiene que ver con la muerte, con el duelo, con un dolor histórico que no se olvida ni se perdona: las 40.000 muertes de mujeres sentenciadas a ser quemadas en la hoguera, ahorcadas, torturadas, por el delito de "brujería". La más atroz y grotesca demostración del odio misógino patriarcal, contra todas aquellas que se revelaron y osaron defender la dignidad y autonomía de sus propios cuerpos.
En esta época en Europa, la Iglesia Católica Romana ejercía un dominio absoluto en lo político, en lo económico y en lo social. De ahí que, la anticoncepción y el aborto, ya conocidos en el mundo cristiano, estuvieran matizados por lo religioso, hasta el punto que algunos líderes de la iglesia intentaran suprimirlo, sin éxito.
Es importante mencionar, que antes de que el cristianismo se convirtiera en religión de estado, del imperio romano, el aborto y la anticoncepción no eran las formas más comunes de limitar la fertilidad. El infanticidio era el método principal en Europa, al igual que en el resto del mundo, y pese a que el cristianismo reaccionó en contra, éste continúo practicándose. Documentos medioevales muestran una gran incidencia de muerte infantil por accidentes causados por niños que se habían dado la vuelta, se habían ahogado o niños nacidos muertos.
Otro método de esa época era, el abandono de hijos que los padres no podían mantener, éstos se dejaban en los cruces de caminos, en las puertas de las casas, en el mercado, etc. Para solucionar este problema, la Iglesia ofrecía la oblación, a través de la cual los padres entregaban los niños a las autoridades religiosas y éstos crecían en los monasterios. Muchos de ellos, se convertían en monjas y monjes célibes. Otro sistema era, el de las inclusas, que tenían un torno giratorio donde se depositaban los niños de forma anónima (este sistema, aún se conserva en algunos conventos del país).
Como dijimos, en un artículo anterior, en la Biblia no se condena el aborto. Aunque Éxodo 21:22: provoque polémicas a favor y en contra, según las interpretaciones que se hagan del mismo (Tocaremos esta polémica en otro artículo). En la historia de la temprana iglesia católica no existe ningún estudio sistemático sobre el aborto, solo se refieren a este tema de manera accidental o esporádica. Doscientos años después de Cristo, durante los gobiernos de Séptimo Severo y Caralla, se promulgaron leyes rigurosas contra del aborto, que incluían la pena de muerte, castigos corporales y el exilio. Estas medidas se basaban en el principio patriarcal de que la mujer no tenía derecho a arrebatarle al marido su descendencia. En el 354-430 d.C el teólogo medieval Aurelio Agustín (cuyas ideas dominaron durante algunos siglos la doctrina del catolicismo y en la actualidad ejerce todavía influencia en algunos círculos religiosos), se preguntaba si los fetos tempranos resultado de los abortos se levantarían en la resurrección de todos los muertos y su respuesta fue negativa, añadiendo que tampoco se levantaría todo el esperma de la historia.
En el siglo XV, Tertuliano, uno de los escritores de la iglesia, se refirió a la “Crudelitas Necesarias” (crueldad necesaria), una medida que consistía en desmembrar el feto para sacarlo; lo que hoy llamaríamos aborto de urgencia en la última etapa del embarazo.
Sin embargo, la tradición dominante en la cristiandad, fue la teoría de la hominización tardía o de la llegada del alma, tomada de los griegos (Aristóteles), que señalaba que el alma llegaba al feto recién a los tres meses de embarazo, de ahí que, la vida que se desarrollaba en el vientre de la madre antes de esa fecha, era considerada como no humana. Consecuente con esta teoría, Tomas de Aquino (1225-1274) uno de los escritores más influyentes del pensamiento cristiano, señaló, que el feto en sus primeros meses, primero estaba habitado por un alma vegetativa, luego por un alma animal y solo cuando estaba formado, por un alma espiritual humana. El feto alcanzaba la categoría de alma humana, según Tomas de Aquino, a los tres meses e incluso más tarde. Como se puede apreciar teológicamente era moral eliminar un feto que no tuviese el tiempo para alcanzar esta última categoría.
En el siglo XVI, Antonino de Córdova señaló, que para salvar la vida de la madre, se podía tomar medicina abortiva incluso en embarazos avanzados. A pesar de sus ideas, fue canonizado y se convirtió en modelo para los católicos. En el siglo XVII, Thomas Sanchos, teólogo jesuita, señaló que la mayoría de sus contemporáneos estaban a favor del aborto para salvar la vida de la madre.
Durante la Edad Media en Europa, especialistas de diferentes disciplinas (Teología, Filosofía, Medicina y Derecho) se adhirieron por unanimidad a la teoría de la animación. Los teólogos y juristas del derecho canónico fijaron la animación del feto en cuarenta días para los varones y noventa para las mujeres. Ninguno de estos teólogos y obispos fue condenado por sus opiniones.
En 1533, Carlos V, fijó pautas para mitigar los castigos en relación al aborto. Determinó el punto medio del embarazo, en el momento de la animación del feto o sea desde que la madre percibe sus movimientos. En 1588, el Papa Sixto V, asume posiciones más radicales y en su Bula Effraenautum, declara que todos los abortos como ilegales y que se castigan con la excomunión. Aunque esta Bula no tuvo gran repercusión entre los creyentes, en Francia, Enrique II, promulgó una ordenanza donde revivía la pena de muerte para la mujer que abortara.
Al no lograrse los beneficios esperados, el Papa Gregorio XIV, adoptó nuevamente la teoría de la animación y el alma, la misma que se mantuvo durante tres siglos. En la época Victoriana (1869), el Papa Pío IX, suprimió la diferencia entre aborto en la primera fase del desarrollo del embrión y aborto realizado posteriormente. Estableciendo la excomunión automática para toda mujer que abortara voluntariamente. Su decisión fue motivada, por un gran número de católicos influyentes que vieron el aborto como una amenaza ante la tendencia por parte de las mujeres ricas a no tener hijos. En esta época, la iglesia participaba junto con otros sectores de la sociedad en el rechazo de las libertades de las mujeres. De ahí que, la justificación invocada por la iglesia sobre los derechos del feto, fuera un pretexto para lograr restricciones de las libertades de la mujer incluyendo el aborto.
En el siglo XIX, el Vaticano inicia un debate en torno al desmembramiento del feto para salvar la vida de la madre. Sin embargo, en 1869, renuncia a pronunciarse sobre el caso y lo traslado a los teólogos. Pese a las contradicciones, la iglesia no cesa en condenar el aborto. Pió XI en 1930 señaló que tanto la vida de la madre como la del feto son igualmente sagradas y que nadie tiene poder ni autoridad para destruirlas, creando normas rígidas para sostener la posición de la iglesia. En 1954, el Papa Pío XII, preparó un cambio en la doctrina de la iglesia, al permitir el método de ritmo (actualmente el único autorizado por el catolicismo) señalando que un matrimonio tiene más de una razón, para no tener hijos fuera de planificación.
En 1968, el Papa Pablo VI, en la Encíclica Humanae Vitae continúo condenando el aborto y la anticoncepción, en contra de la inmensa mayoría de católicos y clérigos. Era la época Post-Concilio Vaticano II, de cambios sustanciales en los dogmas de la iglesia. El Papa había nombrado una comisión de obispos para el estudio del control de la natalidad, la cual recomendó su uso. Estas conclusiones, fueron rechazadas por el Vaticano. Muchos católicos se sintieron traicionados y ofendidos, entre ellos los obispos de catorce países que se sintieron libres moralmente de desobedecer a la máxima autoridad de la iglesia, informándoles a los fieles que no eran pecadores si no podían aceptar esta doctrina papal.
En la actualidad la iglesia católica se rige por la carta encíclica de Juan Pablo II, Evangelium Vitae que tiene que ver con el "Valor y Carácter Inviolable de la Vida Humana".