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Espejito, espejito

Por: Monica Briançon Messinger Periodista

Espejito, espejito

¿Espejito, espejito, quién es la más collita y la más cambita en el reino de Andesburgo? Preguntó la aldeana de noble corazón, a su amigo de cristal.

“Y tú ¿para qué quieres saber eso? ¿Estás buscando ahondar las diferencias étnicas de este hermoso feudo?” respondió el aludido. Ella no entendió la respuesta en forma de pregunta. Su presunción, no le permitía ver lo evidente: las etiquetas le hacen mal a un país que tuvo que crear, hace 15 años, la Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación.

La aldeana le contó que leyó, sorprendida, la frase de un candidato a vicecanciller del principado, refiriéndose a los habitantes de las montañas, como “collas de damier”; mientras que otro ilustrado noble, mencionó que “este país está maldito como los enfermos de cáncer”. Ni qué decir, el archiduque asesor que se refirió a un enemigo como “autista del país”. Etiquetas propias del burdel y la cantina, no de los ilustres interesados en administrar este reinado.

La aldeana, también le contó al espejito, sobre sus majestades, don Arturo Mendívil, radialista cruceño (nacido en Potosí) y de don Jorge Melgar, ex-conductor de TV de Riberalta y ex guía de los tours en la cárcel de San Pedro, abanderados de frases como “collas raza maldita”. Imagínate cuándo se enteren dónde nació el autor de “Viva Santa Cruz”, don Gilberto Rojas, un orureño de oro que compuso la hermosa melodía de la Sierra.

Su buena memoria funciona muy bien, porque recordó que, en 2021, el anterior reyecillo, Evolio The First, vertió desastrosas declaraciones, cuando en un acto público dijo que “en el oriente son pandilleros”. A éstas, se sumaron los Ponchos Rojos, cuando en algún momento amenazaron con ir a Santa Cruz a matar a los “cambas flojos”.

“Aquí todos traen sus prejuicios, y eso es lo que reflejo”, respondió el espejito. Mejor te propongo un ejercicio: “imagina traer adjetivos calificativos positivos para tus compañeros de reino”. Ella, pensó y pensó. Hizo funcionar a sus neuronas. El resultado fue el siguiente: los habitantes de Andesburgo son emprendedores, solidarios, persistentes, cálidos y hospitalarios con los visitantes, trabajadores y con una profunda conexión con su herencia y tradiciones. Ni qué decir que estas vastas tierras, fueron nombradas como Mejor Destino Cultural del Mundo, por los World Travel Awards en el año del Señor de 2017.

Entonces, el espejito brilló todavía más, como si en su fondo se despertara una magia antigua. “Recuerda”, murmuró con voz dulce, “que como escribió Eduardo Galeano en El libro de los abrazos, ‘somos lo que hacemos para cambiar lo que somos’. Y cambiar significa transformar las palabras cargadas de odio en palabras que construyan puentes”. La aldeana sonrió, comprendiendo que la diversidad de Andesburgo era un hechizo luminoso, no una maldición.

El espejito le relató también la sabiduría de Paulo Freire, quien decía que “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. “Así es como los cuentos se vuelven reales”, agregó. Si cada madre, maestro, vecino y viajero siembra respeto y empatía, el reino se volverá un territorio donde la magia de la convivencia intercultural florezca como jardines en primavera.

Imaginemos entonces —susurró el espejito— un reino donde “colla” y “camba” no sean insultos sino títulos de orgullo cultural, y la palabra “chola” sea el nuevo rango de realeza, porque son mujeres que escalan montañas, cocinan a nivel mundial, son empresarias y hasta se mueven en skate. Ese reino será posible si comprendemos que nadie pierde cuando gana la dignidad colectiva.

La aldeana se fue contenta y fue a contarles a todos lo que dijo el espejito. “Vayan a verlo, vayan a ver su propio reflejo, lo que dices, escribes o tuiteas dice todo de ti, tus complejos del pasado, tus sueños del futuro se verán ahí”. ¿Te atreves a enfrentar al espejito?

 

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