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FEDERALISMO, GOBERNANZA Y CONTROL DE CONFLICTOS SOCIALES

Autora: Ph. D. Mercedes Ivonne Gutiérrez Molina Doctora en Comunicación Social Periodista APC - ANPB

FEDERALISMO, GOBERNANZA Y CONTROL DE CONFLICTOS SOCIALES

Bolivia atraviesa, desde hace décadas, una crisis de gobernabilidad y conflictividad social debido a su modelo centralista que niega la comunicación asertiva base fundamental de una buena planificación.

En este contexto, el debate sobre un modelo federal no debe reducirse a una discusión ideológica o de identidad, pudiendo abordarse como una alternativa institucional orientada a mejorar la calidad de la comunicación pública, la planificación del desarrollo y la gestión de los conflictos sociales.

El centralismo boliviano ha demostrado límites evidentes. La toma de decisiones concentrada en el nivel nacional genera distorsión de la información, desconexión con las realidades locales y una comunicación predominantemente vertical, reactiva y confrontacional.

Nuestro análisis, demuestra la imposición discursiva en detrimento del dialogo, sustituyendo la planificación por la improvisación, la coerción, antes que la gestión preventiva de la conflictividad social.

La posibilidad de que el país organice y administre un modelo federal, permitiría el paso del modelo centralizado al de las autonomías con reorganización del poder político-administrativo, permitiendo la toma de decisiones a los territorios y creando condiciones institucionales para una comunicación honesta y bidireccional.

Desde la perspectiva de la comunicación asertiva, el federalismo permite que los gobiernos subnacionales asuman un rol activo como mediadores entre el Estado y la sociedad. La proximidad territorial facilita el reconocimiento de actores sociales, la comprensión de demandas específicas y la construcción de mensajes públicos claros, oportunos y culturalmente pertinentes.

La comunicación sincera y retroalimentada, entendida como la capacidad de expresar decisiones y límites con claridad, respeto y responsabilidad, se verá fortalecida cuando las autoridades gocen de legitimidad territorial y conocimiento directo de los conflictos latentes. En contraste, el centralismo tiende a generar discursos homogéneos para realidades profundamente diversas, alimentando la incomprensión y la polarización.

En materia de planificación, el modelo federal inducirá una lógica de corresponsabilidad y coordinación multinivel. La planificación deja de ser un ejercicio meramente declarativo elaborado desde el nivel central y se transforma en un proceso articulado entre la nación, las regiones y los municipios. Esto permite alinear planes de desarrollo con capacidades reales, vocaciones productivas y riesgos territoriales específicos. En un país marcado por desigualdades regionales, la planificación federal no implica fragmentación, sino coherencia estratégica basada en la diversidad. La ausencia de esta articulación ha llevado históricamente a proyectos inconclusos, inversiones ineficientes y políticas públicas desconectadas de su contexto.

La mejora de la gobernanza constituye otro eje central del enfoque federal. La gobernanza no se limita al ejercicio del poder formal, sino que implica la capacidad del Estado para la coordinación y el trabajo efectivo entre actores sociales e institucionales, propiciando el fortalecimiento de la confianza en concordancia a la aplicación de una regulación transparente.

Un sistema federal bien estructurado promueve la rendición de cuentas auditadas en el marco de la transparencia y la evaluación de la calidad de los resultados que han tenido las inversiones en cada nivel de gobierno.

Al distribuir competencias y responsabilidades, se reduce la discrecionalidad concentrada y se incentiva una cultura institucional basada en la gestión por resultados y no en la lealtad política, rememorando que en nuestro país, la judicialización de la política y la captura institucional han debilitado la credibilidad estatal, aspectos que dan oportunidad de actuación al federalismo como un mecanismo de contrapesos territoriales.

La gestión de conflictos sociales encuentra en el federalismo una herramienta particularmente relevante. Bolivia no carece de normativas, ni de discursos conciliadores, sino de institucionalidad preventiva. La mayoría de los conflictos emergen por ausencia de canales efectivos de diálogo, incumplimiento de compromisos, intransparencia y toma de decisiones sin interacción y consulta real con los actores que hacen a la cotidianidad del desarrollo. Un modelo federal permite crear instancias formales de negociación territorial, con capacidad de respuesta inmediata y legitimidad local. Esto transforma el conflicto de una amenaza permanente en un insumo para la toma de decisiones, reduciendo la violencia y el desgaste social.

Finalmente, sin comunicación ética, planificación técnica y voluntad política, cualquier modelo de gestión, incluyendo el federalismo, puede derivar en nuevas formas de fragmentación o clientelismo regional. Por ello, el debate federal en Bolivia debe estar acompañado de una profunda reforma de la cultura política, orientada al diálogo, la formación en gestión pública y el fortalecimiento institucional, ya que el federalismo, requiere de reglas claras, competencias bien definidas y mecanismos efectivos de coordinación intergubernamental.

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