Los incendios forestales en el oriente y otros lugares del país, no son simples catástrofes naturales, sino también el resultado de una política económica extractiva y depredadora. La “mano negra” de algunos actores tramposos de la agroindustria y la ganadería deficiente en economías de escala, conjuntamente a los avasalladores de tierras, amparados en el discurso de la duplicidad de los pésimos políticos, juegan un rol clave en la destrucción de la biodiversidad del territorio y el planeta. La quema deliberada de inmensas extensiones de bosque, se ha convertido en una práctica recurrente para expandir la frontera agrícola y habilitar terrenos para el pastoreo, referenciando enormes beneficios para unos pocos, en detrimento del bienestar ambiental y social de millones.
El enfoque real hacia el desarrollo en la región amazónica se basa en un modelo económico lineal, donde el capital natural es explotado sin consideración para su regeneración. Sin embargo, la crisis ambiental exige un cambio radical en la forma de gestionar nuestros recursos naturales, resaltando la importancia que tiene la bioeconomía y/o economía ecológica circular, como alternativas que pueden ofrecer soluciones transformadoras, al reconocer que el bienestar humano depende de la salud de los ecosistemas, propiciando la integración y la generación de valor para los servicios ambientales, priorizando el uso sostenible de los recursos por encima del crecimiento económico ilimitado.
Una de las herramientas que puede catalizar el desarrollo de la economía circular del bosque, constituye la implementación de medidas vinculadas a la emisión de los bonos verdes y la activación real de los mercados de capitales en nuestro país destinados a generar liquidez e incidencia en el multiplicador de las inversiones. Estos instrumentos financieros posibilitarían canalizar inversiones hacia proyectos que promuevan la conservación y restauración del hábitat, priorizando la gestión ambiental de la amazonia boliviana. Los argumentados bonos verdes, podrían financiar iniciativas de reforestación, proyectos de agricultura sostenible, juntamente a programas de conservación de la biodiversidad. Además de impulsar la ganadería regenerativa y una agroindustria que no dependa de la quema de bosques para expandirse, pero en consideración de la biotecnología que impulse la seguridad con soberanía alimentaria en el marco del aprovechamiento de las ventajas comparativas relativas que integren lo subnacional y lo supranacional, consolidando en el largo plazo la especialidad y la ventaja diferencial generadora de ingresos extraordinarios para nuestra economía.
Para que estas soluciones sean efectivas, es necesario un marco regulatorio sólido, que sancione de manera ejemplarizadora los incendios biocidas, promoviendo la emisión y gestión responsable de bonos verdes. Asimismo, los gobiernos deben estar comprometidos en garantizar que las políticas ambientales no sean sacrificadas en nombre del desarrollo económico. La comunidad internacional, por su parte, tiene la responsabilidad de apoyar estos esfuerzos, tanto a través de asistencia técnica como de la implementación de incentivos económicos para los actores que opten por alternativas sostenibles.
El futuro de nuestros bosques en la amazonia, depende de la adopción e implementación de modelos económicos que respeten los límites ecológicos. Los bonos verdes y la economía ecológica coligada a los principios de la economía circular, no solo ofrecen una solución viable, sino una oportunidad para redirigir el desarrollo hacia una trayectoria más justa y sostenible para todos en concordancia a la calidad y calidez de vida, la nutrición, salud respiratoria y esperanza de vida longeva.

[1] Doctor en Economía. Posdoctor en Currículo, Discurso y Formación de Investigadores.

Especialista en Gestión y Evaluación de Proyectos. Profesor internacional.