Una de las bases fundamentales para alcanzar una educación de calidad es la infraestructura educativa. Aquel ambiente físico donde los estudiantes desarrollan y adquieren sus conocimientos y habilidades. En este país, particularmente en zonas rurales, se presenta un reto al que se enfrenta el sistema educativo. Un caso evidente se presenta en las regiones cálidas del país, donde la ausencia de ventilación se convierte en un problema que transforma las aulas en espacios incómodos y difíciles de permanecer. Este hecho evidencia en que cuando existen temperaturas elevadas en el salón de clases causan cansancio, sudoración e incomodidad, obstaculizando que los estudiantes puedan enfocarse de forma correcta durante la clase. Esta circunstancia se intensifica cuando no hay ventiladores en las aulas que faciliten un flujo de aire. Su salud se ve afectada, dado que permanecer durante horas en estas circunstancias puede provocar deshidratación, fatiga y, en situaciones extremas, perjuicios a la salud.

También otro punto resaltante llega ser mobiliario deteriorado que representa un impedimento significativo. Varios estudiantes en áreas rurales se ven obligados a usar pupitres y aulas en condiciones desfavorables, que no solo son incómodos, sino también peligrosos, provocando problemas físicos, como dolores de espalda, que disminuyen la capacidad de concentración y atención de los estudiantes.

Así, se llega a la conclusión de que la educación se extiende más allá del contenido curricular que se imparte en las escuelas, se organiza a partir de un entorno físico apropiado que promueva la seguridad y bienestar completo de cada estudiante. Las condiciones del entorno educativo, tales como la calidad de las aulas, la ventilación y la condición de los muebles, son elementos que el estudiante requiere en un principio. La educación en condiciones dignas es un derecho esencial y debe asegurarse para todos los estudiantes, independientemente del lugar donde viven o sus circunstancias socioeconómicas.