La macro economía en crisis: el retorno de la estanflación mundial
Escrito por: Ph. D. Alfredo Eduardo Mancilla Heredia Doctor en Economía. Posdoctoral Currículo, Discurso y Formación de Investigadores Académico Nacional e Internacional

En el
escenario económico global actual, la palabra estanflación ha vuelto a
instalarse con fuerza en los titulares. Este fenómeno, caracterizado por la
coexistencia de alta inflación, bajo crecimiento económico y desempleo
persistente, constituye uno de los mayores retos de la política económica
contemporánea. Su aparición recuerda las turbulencias de los años setenta, pero
en un contexto radicalmente distinto, una economía mundial interconectada,
digitalizada y altamente dependiente de cadenas de suministro globales.
La actual crisis macroeconómica no responde a un único factor, sino a una
combinación de perturbaciones sucesivas y disrupciones estructurales. Entre los
elementos más relevantes destacan los choques en los precios energéticos, la
inflación de alimentos, el endeudamiento global, las tensiones en la cadena de
suministros y la desigualdad estructural. La volatilidad del petróleo y el gas,
exacerbada por conflictos geopolíticos, afecta directamente los costos de
producción. Los fenómenos climáticos extremos y las guerras han elevado los
precios de granos y fertilizantes. La deuda pública alcanza niveles
insostenibles tanto en países desarrollados como en emergentes, lo que limita
la capacidad de maniobra fiscal. Aún resuenan los efectos de la pandemia,
agravados por conflictos internacionales y restricciones comerciales, mientras
la concentración de la riqueza frena el consumo interno en varias economías.
En este contexto, queda claro que la economía convencional, basada en la
maximización del crecimiento y la explotación intensiva de los recursos, no
ofrece soluciones reales y sostenibles. Sus recetas —ajustes fiscales,
políticas monetarias restrictivas o incentivos a la producción tradicional—
resultan insuficientes frente a una crisis que es también social, ambiental y
energética. Pretender resolver la estanflación únicamente con mecanismos
financieros es ignorar las raíces profundas del problema vinculado a una
relación quebrada entre la economía, la naturaleza y la sociedad.
Mientras que la perturbación se entiende como un ruido temporal —como un shock
de oferta puntual—, la disrupción representa un cambio profundo que reconfigura
el sistema económico en el largo plazo. La transición energética, la
digitalización acelerada y el declive del modelo de globalización son claros
ejemplos de disrupciones que hoy condicionan las políticas macroeconómicas.
Por ello, la mirada debe ampliarse hacia un nuevo paradigma: La bioeconomía,
entendida como la integración de la ciencia, la tecnología y la innovación con
la gestión sostenible de los recursos naturales, el respeto al medio ambiente y
el impulso a energías limpias y renovables. La bioeconomía no solo implica
transformar los procesos productivos, sino también un cambio profundo de
actitud humana, orientado al consumo responsable, la eficiencia energética y la
preservación de la biodiversidad como capital esencial para el desarrollo.
Los principales actores del sistema —gobiernos, bancos centrales, organismos
multilaterales, corporaciones transnacionales y la sociedad civil— deben
reconocer que la respuesta no está en perpetuar modelos de crecimiento
agotados, sino en generar consensos que permitan una transición hacia economías
más resilientes, equitativas y verdes. En esta transición, la cooperación
internacional y las políticas redistributivas serán indispensables, pero
deberán estar acompañadas de una nueva cultura económica, una que valore la
vida, los ecosistemas y la energía limpia como ejes de bienestar colectivo.
La gran pregunta ya no es solo si la economía mundial podrá salir de la
estanflación en el corto plazo, sino si será capaz de reinventarse en el
mediano y largo plazo. La experiencia histórica demuestra que las crisis abren
oportunidades para repensar los modelos. Hoy, esa oportunidad se llama bioeconomía,
y representa no solo un camino técnico, sino una apuesta ética por la
sostenibilidad, la justicia social y la armonía entre el ser humano y su
entorno.
Lo cierto es que la macroeconomía atraviesa una de sus crisis más complejas
desde la posguerra. Y en esta nueva etapa, la estanflación no es solo un
desafío económico, sino también político, ambiental y social, capaz de
redefinir el rumbo del sistema internacional en las próximas décadas. La
disyuntiva está planteada, persistir en un modelo que ya no responde a la
realidad, o apostar por una economía que integre la vida, el ambiente y la
energía como pilares del futuro.