La revuelta Canichana
Por: Wálter Zabala Escóbar Coordinador MCPL)

(Discurso leído por el Lic. Erlan Vargas Semo, integrante del Movimiento Cultural Pueblo de Leyenda – MCPL, en los actos oficiales de conmemoración de la Revuelta Canichana, en San Pedro de los Canichana, el 22 de abril de 2025)
La rebelión canichana fue la respuesta de un pueblo indígena, unido y digno, ante la barbarie de la llamada “civilización hispánica”. Este hecho histórico ocurrió el 26 de abril de 1822 en la Gobernación Política y Militar de Mojos, específicamente en su capital San Pedro de los Canichanas. Su detonante fue el alevoso crimen perpetrado contra su Cacique Juan Maraza.
Este hecho histórico tiene como fundamento inmediato el levantamiento de los patriotas cruceños en Santa Cruz en mayo de 1812, lo que llevó la lucha por la independencia a los deslindes de Moxos, lo que causó que se suceden interinatos en su Gobernación, así, uno tras otros se sucedió: José Manuel Delgadillo Blanco (1811 – 1814), Dr. José Ahumada (1814 – 1816), Dr. Manuel de la Vía (1816 – 1819).
Estos gobernadores interinos trataron de ocultar, en Mojos, los graves acontecimientos que se daban en la Audiencia de Charcas, en la que las fuerzas patriotas se multiplicaban por todas partes. La Audiencia de Charcas, con graves problemas económicos ordenó al Dr. Manuel de la Vía, que recogiese las riquezas en platería y oro de las iglesias de Moxos, para venderlas y sostener con esos recursos la guerra de España contra los patriotas. Cumpliendo este mandato, este Gobernador interino mandó, a los administradores españoles de todos los pueblos de Mojos, enviar a la capital, San Pedro de los Canichanas, la plata labrada y los ornamentos de oro, de todas las iglesias de las comarcas de Moxos…
Los Caciques, acompañados de los Jueces de cada Cabildo de todos los pueblos de Moxos arribaron al puerto oficial de San Pedro con los cajones respectivos que fueron desembarcados y trasportados por tierra en una lúgubre y triste procesión acompañados por música y tambores de entierro hasta la casa de gobierno.
El día de la recepción de esa plata labrada y ornamentos de oro, en el Salón Pretorial, delante de todos los Caciques y Jueces del Cabildo de los Pueblos de Mojos, presidido por el Gobernador interino Dr. de la Vía, el Cacique de San Pedro de los Canichanas, Juan Maraza, dirigiéndose al Gobernador dijo:
“Estos débiles (señalando a todos los otros Caciques), no cuidan ni defienden la plata labrada ni los ornamentos de oro de sus iglesias, son unos muchachos, Sr. Gobernador, pero deben regresar a sus pueblos con esos cajones… Yo respondo y defenderé esa plata, que está al cuidado de nosotros, solo cuando yo muera se dispondrá de ella”.
Los Caciques de todos los pueblos, con gran algazara, apoyaron a Maraza expresando en vos alta: “Tiuri, tiuri” (Bien, bien).
El doctor de la Vía, asustado e intimidado ante esa imponente manifestación, calló, se cubrió medio rostro con su capa y se retiró a secretaría, encerrándose allí, dándole vuelta a la llave de la cerradura.
Inmediatamente, los Caciques marcharon a sus respectivos pueblos, en otra procesión, esta vez festiva y alegre, llevando la plata labrada y los ornamentos de oro, a sus iglesias.
El doctor de la Vía, fue reemplazado por el Gobernador, esta vez Titular, Francisco Xavier de Velasco, quién, después de hacer algunos trabajos administrativos, al igual que el Dr. Manuel de la Vía, recibió orden del Brigadier Francisco Xavier de Aguilera, a la sazón Gobernador de Santa Cruz, que remitiese a esa ciudad la plata labrada de las iglesias de Mojos para hacer frente a los gastos de la guerra que con denuedo continuaban los patriotas en contra de la corona española.
Velasco tenía información precisa sobre lo que hizo Maraza al Dr. de la Vía, así que, con su gente de confianza, José María Méndez, Antonio López apodado “El Fraile”, Lorenzo Suárez y Bernardino Ribera, planearon con mucho cuidado cómo deshacerse del Cacique General de Mojos.
Poniendo en marcha su plan, un día del mes de abril del año 1822, ordenó que todos los Jueces del Cabildo, con todos los hombres disponibles en San Pedro de los Canichanas, vayan a concluir la cosecha de chocolate, atender las labranzas y ganados del pueblo. Con disciplina de un pueblo laborioso, los Jueces con todos los hombres se fueron por tierra y por agua hasta las riberas del Mamoré y a dónde estaban los cultivos y el ganado, quedando en el pueblo solo algunas mujeres, muchacho, niños y hombres mayores.
Como planificaron, Velasco hizo comparecer ante su autoridad al Cacique General de Mojos Juan Maraza, en la Casa Pretorial. Allí estaban todos los españoles complotados, y también el Cacique de San Javier Tomás Noe. “El Fraile” estaba en la Secretaría, detrás de una puerta forrada con un lienzo.
Velasco y Maraza intercambiaron palabras sobre el destino de la platería de las iglesias de Mojos y ante la negativa del Cacique General de entregar éstas para subvencionar a los españoles su guerra contra los patriotas, Velasco imperativamente preguntó a Maraza:
“¿Quién te ha dado ese bastón de mando? ¿Por qué te resistes a los mandatos de mi autoridad?”
Maraza le respondió: “Dios me lo concedió, para defender su iglesia y a su pueblo”. Al instante, como estaba planificado, un tiro de carabina, cuyo fogonazo partió de la dormida, hirió mortalmente el cuello de Maraza, derribándolo malherido, y con un alfanje (Daga larga con la punta semicurva y afilada por los dos lados), que estaba debajo del tapete que cubría la mesa pretorial, cortándole cobardemente la cabeza del herido.
El Cacique de San Javier, Tomás Noe, que miraba estupefacto, como una estatua, este sangriento espectáculo, salió precipitadamente del salón.
El complot había sido consumado.
Después, la cabeza desprendida del cuerpo del Cacique General de Mojos, Juan Maraza, apareció clavada en el barandado de la Casa de Gobierno. Era el 25 de abril de 1822.
Tomás Noe y algunos hombres mayores, muchachos y mujeres, como en toque a rebato, a la mayor velocidad que pudieron, fueron a dar aviso a los hombres del pueblo, que estaban, unos, en la campaña, otros en ambas riberas del río Mamoré, terminando la cosecha del chocolate.
El Gobernador Velasco y los complotados, más un afroamericano sirviente de él y otro de oficio platero, armados hasta los dientes, se encerraron en la Casa de Gobierno. Para ellos esa noche fue un siglo de dudas y desesperación,
En la capital, San Pedro de Canichanas, reinaba un sepulcral y profundo silencio, un pánico mudo, precursor de luctuosas tempestades humanas.
En esa tenebrosa noche, en el Puerto Oficial de San Pedro, a orillas del río Mamoré, la mayoría de los hombres canichanas prepararon y velaron sus siniestros propósitos de exterminio y destrucción.
Todas las fuerzas y lamentos de la naturaleza estaban sobrecogidos. El cierzo caló hasta los huesos esa noche oscura. Las ondas del río Mamoré se agitaban, mugían sus olas unas con otras e iban, serpenteando, a estrellarse en las pareces del barranco de dura arcilla, que, de hora en hora, tumbaban festones de la barranca, cayendo al río con estruendo, produciendo un ruido semejante a tiro de cañón y cuyo eco se esparcía en el espacio.
Entre el clarooscuro de una débil luna por entre espesos nubarrones de encapotado cielo, los remolinos del inmenso remanso del célebre Puerto Oficial de San Pedro, hacían adivinar la llegada de canoadas de canichanas que cruzaban el río, trayendo el corazón empapado en la hiel de la venganza.
Al día siguiente, 26 de abril de 1822, al medio día, llegaron a San Pedro los hombres que estaban en el campo y al otro lado del río Mamoré, en gentío, cubiertos con corazas de cuero de toro, ingresaron a la Plaza principal por las cuatro bocacalles dando alaridos espantosos, armados con hachas, flechas, garrotes y lanzas. Los gritos eran la reminiscencia de la barbarie antigua contra la barbarie de la “civilización hispánica”.
El Gobernador y el puñado de complotados, más que combatientes se convirtieron en refugiados. El ataque canichana, fue liderado por el plumario Joaquín Simón.
La revuelta canichana intentó tumbar el edificio mediante hachazos, pero la Casa de Gobierno resistió… entonces destecharon una parte y empezaron a untarlo con sebo y le prendieron fuego. El incendio se propagó rápidamente.
Los canichanas rodearon completamente al edificio pretorial con sus flechas enristradas en los arcos para el caso de que alguno de los sitiados quiera escapar.
Al propagarse el incendio, el Gobernador Velasco y los sitiados trataron de refugiarse en la casa del párroco José Ortíz, que estaba al lado de la Casa de Gobierno. Pisando los umbrales de dicha casa, Velasco fue alcanzado por un certero hachazo que lo derribó en la vereda, de ahí fue tomado por los canichanas en rebelión, quienes cortaron su cabeza y demás miembros, arrojándolos en las afueras del pueblo, para que sirvan de pasto a los gallinazos.
Maraza fue vengado y con este suceso, nunca jamás hubo en Mojos gobierno español estable.
Los restos del Cacique General de Mojos fueron recogidos por sus deudos y Jueces del Cabildo para su exhumación con los honores que le correspondían. Esa noche, los canichanas, victoriosos, lloraban la muerte de Maraza, jurando sobre sus restos perpetuar su venganza contra la tiranía española. Al mismo tiempo festejaban su triunfo reduciendo a cenizas la Casa de Pretorial del Gobierno Español en la capital de Mojos.
El destino de los demás complotados estaba señalado. Joaquín Simón, al día siguiente intimó al Cura Ortíz y a su ayudante Santiago Cortés, que entregara a los demás complotados para “desterrarlos”. El cura y su ayudante, no pudiendo oponerse, acompañaron a los vencidos hasta el Puerto Oficial de San Pedro de los Canichanas, los mismos que, según los vencedores, serían trasladados a Trinidad.
Una vez el sacerdote y su ayudante regresaron al pueblo, los canichanas dieron muerte a todos, con excepción de Lorenzo Suárez, al que, cuando estaban por matarlo, Joaquín Simón, ordenó al indígena de nombre Domingo, que ya había golpeado a Suárez, que no lo matase porque era su compadre. Así se demuestra que, pese a la violencia de los hechos, en el corazón de los indígenas canichanas se albergan sentimientos de benevolencia y fraternidad. Lorenzo Suárez fue perdonado.
La importancia de Mojos para España, ya no fue la misma después de la revuelta canichana. Mojos siempre fue considerado un baluarte del gobierno español, especialmente en relación con el imperio lusitano, que fue varias veces repelido por las naciones mojeñas en sus ambiciones expansionistas, y a partir de esta rebelión, el gobierno colonial español se vino abajo, destruido desde sus cimientos.
Maraza murió asesinado por los españoles, pero el Gobierno Español en Mojos no pudo reconstituirse, a plenitud, nuevamente.
En los años siguientes, Mojos fue un apéndice de Santa Cruz, sin ninguna significación militar estratégica para España, ya que la revuelta canichana del 26 de abril de 1822, tres años antes de la independencia de Bolivia, ya había, de hecho, independizado a Mojos de la corona española.
Este suceso histórico, la revuelta canichana, coadyuvó grandemente, en la práctica, a la independencia de la república de Bolivia, en el año 1825, porque el extenso territorio de Mojos, ya era un territorio libre.
Para terminar, aprovechando la concurrencia de las principales autoridades del Departamento, la Provincia Cercado y el Municipio de San Javier, a nombre del Movimiento Cultural Pueblo de Leyenda – MCPL, sugerimos el emplazamiento de una gran escultura que recuerde la memoria del plumario Joaquín Simón y la revuelta canichana que dirigió en contra del poder imperial de España en Mojos.
Igualmente sugerimos que todos los años, en el ámbito departamental, se conmemore la Revuelta Canichana el día 26 de abril de cada año, fecha correcta de este singular acontecimiento histórico.
Gracias.
San Pedro de los Canichanas, abril 22 de 2025