Los enrevesados caminos de la política boliviana
Por: Guillermo Richter, Abogado y Agustín Casanova, Sociólogo
En julio de 2023, pronosticábamos que Bolivia se encaminaba a una nueva reconfiguración de su sistema político, donde la contradicción masista-antimasista, como eje central, era sustituida por la oficialista-evista. Pasado más de un año, constatamos que el pronóstico se materializó. Desde entonces, la política nacional no ha dejado de girar en torno a la “interna” masista. En la Marcha para salvar Bolivia en curso, el antagonismo oficialismo-evismo llegó a su súmmum. ¿Qué hay detrás de la movilización destituyente de Evo Morales?
MAS: Más allá de las formas
Desde la estética indígena-campesino-popular del expresidente Morales, el evismo parece la izquierda del eje. De hecho, se autodenomina como el “ala radical”. No obstante, la cuestión es más compleja. Si analizamos el pliego petitorio del evismo, no vemos nada a la “izquierda”. Son, casi todos puntos del pliego, reivindicaciones abstractas de mejores resultados a la gestión gubernamental. ¿Quién puede oponerse a que se resuelva la escasez de diésel (o de dólares)? Solo algunos de ellos podrían encontrar una rápida acción gubernamental que los resuelva. Quizás, el pedido más concreto sea el que exige la anulación del plebiscito planteado por Arce el pasado 6 de agosto (cuestión que, tras la intervención del TCP, ya no está en la agenda de 2024). En este sentido, la crítica “radical” del evismo es absolutamente moderada. Contrasta, de manera notable, con la “épica” de una Marcha para “Salvar” a Bolivia. Por ende, diríamos que, este desencuentro medio/fin parece cobijar otra finalidad no declarada.
¿Cuál sería ese objetivo? Tomando las declaraciones del oficialismo, sumado a que Evo Morales ya colocó en la agenda la posibilidad de que su delfín, Andrónico Rodríguez, sustituya a Luis Arce; no parece un hallazgo original afirmar que el evismo pretende dirigir el descontento popular para volver a la Casa Grande del Pueblo (inicialmente, a través de un gobierno provisorio de Andrónico; luego, ya en un cuarto periodo de gobierno de Morales en el quinquenio 2025-2030). No obstante, podemos realizar otras conjeturas. Una primera es, justamente, tomar la delantera en la oposición boliviana, de modo de captar para sí el descontento de las masas ante la gestión de Arce. Una segunda es realizar una demostración de fuerza en la calle. Constituiría un mensaje contundente a la también opositora derecha boliviana, puesto que, en un sentido, le estaría diciendo “yo soy quien tiene la llave de la paz social y la gobernabilidad”; obteniendo, en consecuencia, la posibilidad de negociar un gran acuerdo opositor-electoral desde una posición de poder.
Una pregunta pertinente sería: ¿por qué Morales, líder de “izquierda radical”, se acercaría a la derecha? En primer lugar, deberíamos notar que, si bien el Proceso de Cambio ha constituido uno de los momentos fundacionales de Bolivia, ni el masismo ni Evo fueron propiamente de izquierda radical. Los años más prósperos de los gobiernos masistas se caracterizaron por una modernización inclusiva socialmente del capitalismo boliviano. Más radical fue, en su momento, la Revolución Nacional de 1952. En este sentido, si dejamos aspectos estéticos, no hay por qué sorprenderse. Incluso, no es nuevo; el gobierno de Morales, en cierto momento, logró un decidido apoyo de un sector de la “oligarquía cruceña”.
En segundo lugar, podríamos suponer que el evismo, entendido como masismo chapareño, se corrió “a la derecha” a partir de la transformación de su núcleo social. Analizando el desarrollo de los últimos 50 años en el Chapare, vemos tres momentos: 1) inicialmente, el Chapare fue poblado por los mineros altiplánicos que cayeron en desgracia tras el colapso minero; 2) luego, se transformó en una zona donde predominaban los pequeños campesinos; y 3), finalmente, se convirtió en una región policlasista. El trópico cochabambino transitó un proceso de acumulación de capital que produjo una considerable burguesía. Este cambio en el núcleo social, lógicamente, debe tener una expresión política. En ese sentido, resulta comprensible que el Evo de los sumergidos cocaleros de los noventa no sea el Evo de una burguesía chapareña del siglo XXI.
En verdad que, yéndonos a la otra vereda, el gobierno de Arce bien pudo haber tomado algunas medidas que estarían “a la derecha” de lo que fueron los gobiernos de Evo. No obstante, desde nuestra perspectiva, eso no se explicaría ni por un corrimiento ideológico ni por problemas de gestión (ni por las luchas promovidas por la oposición). La clave está en que el modelo del MAS, exitoso por momentos, encuentra límites estructurales en la forma con la que Bolivia se integra a la economía mundial. Veamos, ¿en qué consiste el modelo del MAS? Básicamente, en que el Estado utiliza la renta (minera, hidrocarburífera y agrícola) de los recursos naturales exportables para desarrollar el mercado interno. Esto genera más actividad económica, más crecimiento, más empleos y mejores ingresos. Tal entramado funciona mientras los precios internacionales (que Bolivia no tiene capacidad de determinar) son altos. No obstante, cuando estos bajan, el Estado se queda sin recursos para sostener el modelo, teniendo que recurrir tanto a sus reservas como a la deuda. A su vez, la baja de los precios también afecta el nivel de la producción, debido a que también disminuyen los incentivos para ello. En síntesis, más que un giro a la derecha, hay un deterioro del modelo a partir de la coyuntura internacional.
¿Una nueva reconfiguración?
Bolivia no vive sus mejores días. El modelo sostenido por el gobierno se muestra impotente para encausarnos en un nuevo sendero de desarrollo a largo plazo. ¿Qué tenemos como alternativa? Nada demasiado deseable. El evismo no parece tener ninguna solución estructural, simplemente parece focalizado en capitalizar políticamente el descontento social que brota del estancamiento económico. La derecha, desarticulada, sin saber qué hacer ante la crisis del MAS, solo presiona para ajustar la ya golpeada economía boliviana (les ofrece aún más sacrificio a los trabajadores de nuestro país). Por su parte, Arce tampoco nos proporciona una vía que contribuya a rencausar el crecimiento.
¿Qué hacer ante esta coyuntura? ¿Nos lamentamos? Hay algo muy importante: modificar el lugar de Bolivia en la división internacional del trabajo, de modo de darle sostenibilidad a un modelo que emancipe definitivamente la postergación estructural de las clases populares bolivianas. A menos de un año del bicentenario, desde nuestro humilde lugar, alentamos a que los cuadros políticos, de las tendencias comprometidas con el bienestar general, dejen de lado la mezquindad, para que, desde su parte, con su talento y amor por la patria, reconfiguren el escenario en torno a la gran misión de alcanzar la segunda y definitiva independencia.