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Misceláneas pre electorales

Por Guillermo Richter, abogado & Agustín Casanova, sociólogo

Misceláneas pre electorales

 Pocas veces, a lo largo de la historia democrática de Bolivia, establecida inicialmente el 6 de agosto de 1979, la incertidumbre campea con tanta fuerza en el escenario de la política boliviana, básicamente económica, aunque también social.

No caeremos en la provocadora tentación de plantear un abordaje integral de semejante situación, no nos da para ello, pero nos referiremos a uno de sus elementos constitutivos: la complicada forma de conformación de los binomios presidenciales, lo que no es un hecho menor; pues, en este proceso, están implícitas las formulaciones de propuestas anticrisis, actual gran dolor de cabeza de los bolivianos.

 Esto ha generado, con el pasar de los días, una marcada preocupación que ya llega a la angustia misma. En el denominado espectro tradicionalista (Tuto, Mesa, Doria Medina, Ballivián y otros), no se ha logrado estructurar un mecanismo de selección que combine legitimidad con confiabilidad.

De entrada, Tuto se encargó de inyectarle una buena dosis de desconfianza al proceso, al constituir sin previo aviso una alianza (LIBRE) no sólo para proyectar su selección como precandidato, sino también para promover su propia candidatura presidencial.

 Esto no habría pasado de ser visto como una desagradable “avivada”, pero, al romper el marco de reglas de juego convenidas, creó molestias. Haciéndolo, Tuto dañó la confianza mutua y, lo peor, debilitó la estrategia preelectoral de la mesa de unidad.

El precoz retiro de Carlos Mesa a la precandidatura hipotecó, en gran medida, el acceso a corrientes de pensamiento más abiertas que buscan zafarse de la inmanejable contradicción MAS – ANTIMAS, tan afín a Tuto, cuyo corolario ha sido la formalización de acuerdos con tendencias francamente conservadoras, y que siempre han girado en torno a este dilema, cuya ineficacia se ha puesto de manifiesto, sin relación de continuidad, durante casi veinte años.

Pasado el sofocón, Samuel buscó recortar distancias gestando afanosamente alianzas que articulen su postulación. Ha avanzado bastante, tomando con responsabilidad la oferta electoral como base de acumulación, pero la grieta abierta por Tuto no se ha resuelto; y lo único que queda claro, hasta hoy, es que nadie puede predecir si se aceptarán o no los resultados de la consulta ciudadana utilizada para elegir formalmente al candidato opositor.

En otro lado, el tándem Manfred – Chi ha empezado a erosionarse con características de irreversibilidad. Chi ha denunciado que la contabilización del porcentaje manfredista en algunas encuestas no es confiable, insinuando tenues, pero, según él, visibles destellos de manipulación.

En todo caso, también acá vemos cómo la desconfianza ocasiona estragos en esta “alianza”, cuya composición social es de comprometida definición. Su futuro es cada vez más incierto y el fin parece estar muy cerca.

 En el MAS, la complejidad de la situación da para todas las conjeturas posibles. Aún ya fuera del MAS, Evo insiste en una postulación a todas luces comprometida en lo judicial y político.

Cada vez es más angosta su área de acción y no sorprendería que opte por una estrategia enrumbada a lograr un calculado descalabro social y político, para justamente darle cauce legal a un reconocimiento de su candidatura, pero a dicho plan, si existe, se le ha presentado un obstáculo de no poca monta.

 No cuenta con Andrónico, quien parece soslayar las fascinaciones de las mieles del poder inmediato (leáse Sucesión Constitucional) para terciar en las próximas elecciones con poder propio.

 Es la elección del camino de la borrasca política, indefinible en sus alcances, pero Andrónico, a pesar de su insustancialidad ideológica, ha mostrado temple y capacidad para tal empresa.

Ahora bien, aquí surge la figura del presidente Arce, depositario del poder ¿apoyará a Andrónico o buscará una opción de nuevo tipo que se desmarque del viejo clivaje MAS-ANTIMAS, articulando un frente mayor que maneje un antagonismo izquierda-derecha? En contra de lo que se pensaba previamente, ha mostrado ser mejor político que administrador del Estado, en el sentido que ha logrado sortear varios intentos opositores (incluyendo aquí al evismo) de acortar su gobierno.

 Sin embargo, su dificultad radica en un potencial electoral muy bajo – según las encuestas – lo que no le merma el enorme atractivo de tenerlo como pieza de apoyo a una determinada candidatura, con toda la fuerza que apareja el manejo del Estado y la lealtad de una parte importante del movimiento social organizado.

 La pregunta es ¿a costa suya? Es poco factible, pues el poder crea adhesiones y pasiones que generalmente se desarrollan fuera de todo control. Insistimos ¿a favor de Andrónico? Falta muy poco para saberlo.

 Y finalmente, ¿a qué juega Marcelo Claure? Su intensa y romántica declaración de amor a Bolivia, tan exultante en los últimos días, para nada es mala, sólo que sorprendente, pues este súbito y subido afecto coincide justamente con un proceso electoral en ciernes.

 No tendríamos que dudar de la sinceridad del conductor bolivarista, pero es bueno recordar que, cuando los empresarios invierten parte de sus excedentes en obras de naturaleza social se vuelven filántropos. En seres sensibles. Pero, y lo decimos con todo respeto, cuando invierten grandes medios en política (encuestas incluidas), se transforman en negociantes, con el poder político como trofeo.

No todos… por supuesto. En cualquier situación, le aconsejaríamos a Marcelo Claure informarse que nuestro país, así ya no lo lleve en el nombre, sigue siendo una república. En ella, todos somos ciudadanos en igualdad de condiciones. Desde un milmillonario como él hasta el boliviano más humilde.

 Por ende, no corresponden privilegios especiales para exigir un trato preferencial del presidente u otra autoridad pública, ni reclamos por no haber podido acceder directamente a la principal investidura. Por respeto a todos los que nos esforzamos día a día en nuestro país, le diríamos que ningún capital lo hará más boliviano que otro boliviano y que recuerde que el tiempo del sufragio calificado, y otras prerrogativas exclusivas, fueron arrojados a la basura de la historia por la Revolución del 52

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