NAZARETH FLORES CABAO
Nazareth Flores Cabao, actualmente con 55 años, originaria de Magdalena, Iténez, pertenece al pueblo itonama. Ver la situación precaria en la que vivían muchos pobladores, sobre todo en cuanto a la vestimenta, marcó su espíritu y su determinación de hacer algo para cambiar la realidad. Entre sus sueños se hallaba el ser maestra, pero debido a la falta de posibilidades no pudo concretarlo.
Siempre destacó como cantora, desde el colegio; su voz la hizo sobresalir y llegó a conformar grupos musicales en su pueblo, amenizando las festividades. Otro rasgo que la caracterizó desde niña y en época colegial fue su liderazgo.
El año que determinó su rumbo fue 1992. A finales de aquel año llegó a la localidad de Magdalena la CPIB (Central de Pueblos Indígenas) para organizar al pueblo itonama. El padre de Nazareth fue uno de los invitados al encuentro; ella asistió para acompañarlo y poder escuchar. Al tercer día se realizó la elección de la directiva y, en ese momento, para sorpresa de ella, de forma unánime todos los presentes proponen su nombre como su representante.
Naza considera que desde el día de la elección, en noviembre de 1992, su vida cambió completamente y, aun siendo muy joven, ella asumió con compromiso total la responsabilidad de su cargo e inició un recorrido comunidad por comunidad, para poder organizarlas, oír sus necesidades y así reclamar los derechos que les correspondían ante las autoridades.
Entre las mujeres que apoyaron el camino que ha recorrido se halla su mamá, quien siempre la impulsó a seguir sus sueños y le aconsejaba; según nos relata la misma Naza, sus palabras textuales eran:
“Vaya, mijita, no se detenga, pero siempre cuidando no dañar a los demás”.
Esas palabras guiaron los pasos de Nazareth. “Se presentaron oportunidades para obtener metas atropellando a los demás, pero nunca lo hice”, comenta durante el relato, resaltando que siempre tuvo presente la voz de su madre.
Nazareth ha participado en cinco marchas indígenas, entre las que recuerda menciona la primera, la cual fue en defensa de los territorios y también cuando se aprobó la Ley INRA. Sus participaciones en las marchas tomaron diversas formas; en una de ellas fue parte del comité de salud, trabajando con la Cruz Roja y otras instituciones que se prestaban a colaborar con el tema.
Estuvo en la marcha por los recursos naturales y fue parte del trabajo que permitió la presencia de su pueblo en la Constituyente. A través de la comisión de logística consiguió todo lo necesario para que sus hermanos itonamas, que estaban debatiendo, pudieran estar bien.
Vivió en carne propia una de las represiones más crueles y uno de los momentos más negros en la historia boliviana actual: la Represión de Chaparina en la Octava Marcha. Durante aquel tiempo ella se encontraba embarazada y, como consecuencia de la brutalidad vivida, a manos policiales, sufre la dolorosa pérdida de su bebé (su único hijo); pero ello no frenó su andar, continuando hasta llegar a la capital paceña, momento histórico y lleno de emoción grabada en la memoria del país, el cual culmina con ella entonando a viva voz, junto a Luis Rico, la canción denominada Coraje.
En cada caminata hacia los cerros, ella asumió grandes responsabilidades. En la Octava Caminata era vicepresidenta de la Central de Pueblos Indígenas del Beni y fue la secretaria de la marcha, es decir, la segunda en jerarquía e importancia.
Nazareth atestigua que han existido muchas mujeres lideresas al mando de sus comunidades y de las movilizaciones, pero que injustamente han quedado en el olvido, como Doña Justa Cabrera, Doña Yoli Rivero y muchas otras. Resalta la importancia y urgencia de la creación de una memoria histórica de las mujeres que han luchado y trabajado por el bien de sus comunidades.
Entre los deseos de Naza se halla el ser recordada como una luchadora que peleó no solo por su territorio, sino por los territorios que estuvieron en peligro, como el TIPNIS, siendo esta una de las banderas que más enarboló y sostuvo con firmeza. Ella, fundadora del movimiento indígena de su pueblo, quiere que la recuerden como una mujer que surgió a pesar de ser muy joven y de las condiciones adversas, que tomó las riendas del movimiento. Ha ido escalando desde representaciones en su comunidad y actualmente llevando esa representación a la COICA.
Dirigenta, marchista, activista, lideresa y también cantautora y escritora, su voz grita y también canta; en ambos casos habla de su pueblo, de su cultura y de sus deseos.
Nazareth sueña y lucha porque las mujeres estén empoderadas totalmente, que ocupen espacios estatales de poder y decisión. El mensaje que quisiera legarle a los jóvenes es que empiecen a organizarse, que luchen por lo que creen correcto, por llegar a ocupar sitiales, ya que considera que ellos son los pilares del presente.