Pedro Ignacio Muiba y su impacto en las luchas territoriales

Por: Daniel Bogado Egüez

Pedro Ignacio Muiba y su impacto en las luchas territoriales


En los albores de la República, los indígenas de Mojos vivían en condiciones de esclavitud, eran utilizados para realizar trabajos duros e inhumanos, mayormente los hombres eran “contratados” como remadores, pero el pago lo recibían los curas. Al respecto Gabriel René Moreno (1973) describe:

“… se eximían de socorrer a los tripulantes ni con especies para su manutención. De vuelta a cuarenta pesos la canoa carguera con diez y seis remeros. ¡Setenta días de remar ida y vuelta por cuarenta pesos! Pero entiéndase que son 40 pesos pagados a…el cura. El indio tenía que llevar su tapeque o comida; dejaba sus chacritas y a su mujer, y a sus hijos, etc”

El 10 de noviembre de 1810, Pedro Ignacio Muiba protagoniza un levantamiento masivo con el apoyo de las poblaciones de Loreto y Trinidad su tierra:

“El 28 de octubre de 1810 los loretanos se negaron a tripular unas canoas que partían conduciendo la familia y equipaje del gobernador...sin embargo el gobernador y los curas se encargan de castigar a los desobedientes” (Moreno, 1973). La gesta revolucionaria de Pedro Ignacio Muiba estaba sustentada en la proclama:

“¡El rey ha muerto, nosotros seremos libres por nuestro propio mandato! ¡Las tierras son nuestras por mandato de nuestros antepasados a quienes los españoles les quitaron! (Natusch, 1982 ).

Pedro Ignacio Muiba logró la gobernación autónoma de Trinidad y Loreto, pero esto no duró más de dos meses pues el Gobernador Urquijo convenció a los canichanas a la cabeza del Cacique Juan Maraza y fue a sofocar a los pueblos “sacrílegos”. El caudillo mojeño Pedro Ignacio Muiba fue asesinado en las cercanías del río Mamoré y su cabeza expuesta en la plaza de San Pedro para que sirviera de escarmiento (Lijerón, 1998:66).

Pero no solo asesinaron a Pedro Ignacio Muiba, sino también a mujeres, niños y ancianos que corrieron a  refugiarse en la Iglesia, donde creían estar a salvo. Las tropas comandadas por Maraza que obedecía las órdenes del Gobernador, mataron de manera inhumana a más de 100 indígenas trinitarios. Este hecho está registrado y la Iglesia Católica debe pedir perdón a los indígenas por este genocidio.

Quien relata con más detalle este luctuoso episodio es Antonio Carvalho Urey (1977) a través del informe de fecha 17 de enero de 1811 que enviara el secretario Lucas José Gonzales desde Trinidad al Gobernador Urquijo que residía en San Pedro:

El 15 a horas 9... nos encaminamos a Trinidad... pero apenas nos aproximamos al citado pueblo, cuando reparando que tanto los varones trinitarios, como las mujeres corrían a refugiarse a la Iglesia, se puso a la tropa en la plaza... y  a cuántos encontraban los mataban a palos, no obstante que aquellos huían desarmados, hubo efusión de sangre y muertes... los que caían en el atrio y fuera de él, a fuerza de garrotazos, les quitaban las camijetas y los azotaban dejándoles en cueros viejos, muertos y moribundos; así mismo le daban con el látigo a las mujeres sin apiadarse de sus criaturas que traían en brazos... Fenecido el saqueo general se retiraron las tropas... pasé a reconocer el estrago ejecutado y conté muertos 115 en total... y la iglesia desde el Atrio hasta arriba esta cubierta de sangre de los predichos... se registró la iglesia y encontraron dentro del tumbadillo más de 4.000 flechas, arcos, macanas, garrotes de chonta ocultos por los trinitarios, los que se quemaron en la plaza” (Carvalho, 1977 )

Pero el canichana Juan Maraza reivindicaría su accionar contra Pedro Ignacio Muiba años después, cuando el Gobernador Velasco pretendió despojarlo de su bastón de mando, él le dijo que tenía mayor poder otorgado por Dios, entonces Velasco lo mató con una pistola. Este hecho enardeció al pueblo canichana que  se alzó contra el gobernador y su gente a los cuales quemaron vivos, en abril de 1822 (Lijerón op.cit:68). Después de este hecho la capitalía provincial pasó a Trinidad hasta el día de hoy.

Murió Pedro Ignacio Muiba, pero la proclama que dejó: Las tierras son nuestras por mandato de nuestros antepasados… sigue latente en el espíritu de los mojeños. En la época de la goma, avasallan los “carayanas” los centros reduccionales y los indígenas deciden retornar a sus antiguos lugares a través del movimiento de la LOMA SANTA cuyo precursor es el líder carismático Andrés Guayocho de origen Itonama y el mojeño Trinitario Santos Noco Guaji .

En 1987 nuevamente son avasallados por madereros, colonos y ganaderos. Entonces protagonizaron la primera e histórica  marcha “por el territorio y la dignidad” que partió de Trinidad el 15  de agosto de 1990.

El Gobierno de Jaime Paz Zamora, reconoce los primeros  4 territorios indígenas a través de Decretos Supremos. En la segunda marcha logran conquistar la Ley INRA que reconoce las Tierras Comunitarias de Origen (TCOs) que son las garantías constitucionales que les permite vivir con dignidad a los pueblos indígenas. Sin embargo nuevamente el Estado les vulnera estas conquistas al no consultarles la ejecución de megaproyectos.

Los indígenas siguen luchando y Pedro Ignacio Muiba, es su referente y guía en sus luchas y reivindicaciones territoriales. La marcha continúa y aún sigue latente la proclama que emitiera el 10 de noviembre de 1810: “…nosotros seremos libres por nuestro propio mandato. Las tierras son nuestras por mandato de nuestros antepasados…”.

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