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Populismo e institucionalidad: Una relación de tensiones y desafíos

Por: Dr. Alfredo Eduardo Mancilla Heredia, Ph. D Doctor en Economía. Posdoctoral en Currículo, Discurso y Formación de Investigadores alfredomancillaheredia@gmail.com

Populismo e institucionalidad: Una relación de tensiones y desafíos

Uno de los principales desafíos que enfrenta Bolivia es la consolidación de instituciones democráticas sólidas. El populismo, en su afán por implementar cambios rápidos y efectivos, ha promovido la modificación constante de normas y estructuras estatales, lo que ha generado incertidumbre jurídica y debilitamiento de la institucionalidad. La justicia, por ejemplo, ha sido un ámbito especialmente vulnerable, donde la politización ha reducido su credibilidad ante la ciudadanía.

La historia política de Bolivia ha estado marcada por la constante presencia del populismo en sus diversas manifestaciones ideológicas. Desde los movimientos nacionalistas del siglo XX hasta los proyectos políticos recientes, el populismo ha jugado un papel central en la configuración del Estado y en la percepción de la ciudadanía sobre el ejercicio del poder. Sin embargo, su influencia en la institucionalidad ha generado profundos debates sobre el equilibrio entre el liderazgo carismático y la estabilidad democrática.

El populismo ha estado acompañado por una tendencia a la concentración del poder. La legitimidad basada en el apoyo popular ha justificado en algunos casos el debilitamiento de los contrapesos institucionales, como la independencia del poder judicial, la libertad de prensa y la autonomía de los organismos de control.

La dependencia del poder ejecutivo sobre otras instancias ha limitado la autonomía de entidades como el Tribunal Supremo Electoral y la Defensoría del Pueblo, afectando la confianza en los procesos democráticos. La falta de estabilidad institucional no solo debilita la democracia, sino que también afecta la inversión y el desarrollo económico del país.

El país enfrenta el reto de construir un sistema político donde el populismo no sea sinónimo de autoritarismo o debilitamiento institucional. Para ello, es fundamental fortalecer el Estado de Derecho, garantizar la independencia de los poderes públicos y fomentar una cultura política basada en la transparencia y la rendición de cuentas.

Un primer paso es la despolitización de las instituciones asegurando que su función responda a los principios democráticos y no a los intereses partidarios, siendo necesario impulsar una ciudadanía crítica y participativa, capaz de exigir el respeto a las normas democráticas y de cuestionar el uso del discurso populista como un mecanismo de concentración del poder.

Finalmente, el populismo y la institucionalidad en Bolivia han mantenido una relación compleja y, en muchos casos, contradictoria. Si bien el populismo ha permitido la incorporación de sectores históricamente excluidos en la esfera política, también ha generado prácticas que han debilitado la institucionalidad democrática. El futuro del país dependerá de la capacidad que tengan los ciudadanos de elegir políticos equilibrados que garanticen una democracia estable y funcional para todos los bolivianos.

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