Pugnie, el sabor que se transmite de generación en generación

En un mundo cada vez más complejo y complicado, prisioneros de realidades inverosímiles, en tiempos como decía Fito Páez “donde nadie escucha a nadie, en tiempos egoístas y mezquinos”, lo que más necesitamos sin duda, entre varias cosas, son dulzura y amor familiar.

Pugnie, el sabor que se transmite de generación en generación

Y ambas cosas, las encontramos en una esquina que podría ser cualquier esquina, pero no lo es, desde un modesto pero elegante carrito ambulante, coronado con la imagen de un perro que irradia ternura, podemos encontrar un poco de ternura y amor familiar sintetizado en forma de alimento.

Pugnie, en lo concreto es un carrito ambulante de venta de pasteles y dulces, cuyas recetas vienen de varias generaciones atrás.

“Este emprendimiento surgió a raíz de que nos gusta mucho la pastelería. Y todas nuestras recetas vienen de generación en generación. Son recetas tradicionales las que nosotros hacemos. Y como vivimos acá cerquita, pensamos siempre y dijimos, ¿por qué no poner una pastelería rodante? Porque nos queda cerca para sacar el carrito. Y como ya la clientela conoce nuestros productos, entonces han venido y siguen viniendo, y el resultado ha sido favorable para nosotros, porque todos los días se acaban nuestros productos. O sea que nuestros productos son a diario elaborados”, declaró Sandra Villar, propietaria y cabeza de este emprendimiento.

Sandra tiene 68 años, pero recibe ayuda de sus dos nietos, Ian Parada Barrancos y Cairo Parada Barrancos, incluso el nombre que eligió para su carrito es el nombre que su nieto puso a su mascota.

“Soy la abuelita de los dos niños que trabajan conmigo, son mis nietos. (…)El nombre viene de Apolo (Pugnie), que es el perrito de mi nieto.  (…) tenemos suspiro limeño, hojaldre, tenemos pastafrola, tenemos, como pueden ver, rollitos de queso, tenemos también alfajores, los famosos brownies que llevan el logotipo del perrito. Y así vamos a ir incrementando un poco más de cositas”, declaró la mujer de 68 años.

Sin duda el sabor de sus pasteles y otros “horneaditos” parecen incomparables, el sabor es único, dulce, perfecto, logra convertirse en uno con el paladar, y dar al cliente una experiencia muy parecida al amor, y a la felicidad.

 “Yo los invito a que vengan al carrito, como les digo, a una patinilla rodante, al paso, que es cómoda para que compren y además los precios son accesibles”, concluyó Sandra.

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