Reflexiones sobre codicia, consumismos y pensamiento básico en la economía boliviana

Escrito por: Autor: Ph. D. Alfredo Eduardo Mancilla Heredia/ Doctor en Economía/Posdoctoral Currículo, Discurso y Formación de Investigadores

Reflexiones sobre codicia, consumismos y pensamiento básico en la economía boliviana

Partiendo del análisis de la coyuntura conflictiva y sesgada, pensando en el accionar de los agentes económicos, cavilé la siguiente interrogante: ¿El fortalecimiento de la educación en Bolivia podría constituirse en un medio para superar la estanflación asociada a la codicia y el consumismo en el marco del pensamiento básico y conflictivo, factores fundamentales que impiden gestionar el desarrollo económico?, permitiéndome argumentar que la educación se constituye en una herramienta transformadora, capaz de liberar el potencial humano y encaminar el pacto social para encauzar sinergias en la economía, que por supuesto, sean el resultado de la gestión del pensamiento crítico y creativo, que posibiliten resultados e impactos en la aplicación de recursos destinados a consolidar el desarrollo económico y social.

En términos de contingencia y de contextos, la economía boliviana se encuentra estancada por las restricciones de gestión e innovación, la individualidad sumergida en la trampa de la codicia y la subcultura que enfocan dogma de consumismo ilógico en función del trabajo real e ingreso familiar, empresarial, gubernamental y de relacionamiento internacional, nos atrapan en el circulo vicioso que tiene la educación y su relación inversamente proporcional con la envidia.

En Bolivia, la codicia y el consumismo no son meros fenómenos culturales; están profundamente arraigados en un sistema que promueve “valores” asociados al éxito rápido y la acumulación material. La educación, en lugar de cuestionar estas premisas, las refuerza a través de un currículo que carece de énfasis en el pensamiento crítico y el análisis sistémico. Por ejemplo, la formación financiera en el sistema educativo boliviano se centra más en la teoría del abuso, sin fortalecimiento de la planificada y fomentada por la comunicación asertiva, dejando a los estudiantes sin herramientas para comprender cómo sus decisiones de consumo afectan tanto a su economía personal como a la macroeconomía.

La codicia, definida como el deseo desmedido de poseer, se nutre de un entorno en el que el valor personal se mide por lo material. En este sentido, el consumismo se convierte en un mecanismo de validación social, impidiendo el fomento de la ética, sostenibilidad y cooperación para el desarrollo económico del país.

El pensamiento básico, caracterizado por la incapacidad de abordar problemas complejos desde una perspectiva amplia y multidimensional, está enraizado en un sistema educativo que prioriza la memorización sobre el razonamiento. Esto genera una fuerza laboral poco preparada para enfrentar los desafíos de una economía globalizada y tecnológica. Además, fomenta una mentalidad cortoplacista, que privilegia el beneficio inmediato por encima del crecimiento sostenible, pudiendo resumir lo argumentado en el modelo primitivo y/o economía de filtración histórico de la economía boliviana.

La economía boliviana, hoy en estanflación, demuestra incompetitividad, estructura frágil y desequilibrada, reflejando de manera directa las limitaciones del sistema educativo, atreviéndonos a referenciar que, el acceso al crédito está diseñado para fomentar el consumo, relajando el incentivo a la inversión productiva diversificada en consideración de tasas de interés aceptables, denotando un ciclo de endeudamiento que favorece a las entidades financieras y que debilita el poder adquisitivo de las familias. Asimismo, el sistema fiscal no está diseñado para incentivar la formalización de las pequeñas y medianas empresas, lo que perpetúa la informalidad laboral y limita la recaudación tributaria. Estos problemas estructurales no pueden resolverse sin una reforma educativa que promueva el pensamiento crítico y la comprensión de las dinámicas económicas.

Para romper el ciclo de codicia, consumismo y pensamiento básico, debemos encauzar una revolución educativa. Esta transformación debe ir más allá de los contenidos curriculares e incluir una revisión profunda de los valores que se transmiten en las aulas. La educación debe convertirse en un medio para empoderar a los ciudadanos, fomentando la responsabilidad social, la sostenibilidad y la capacidad de pensar críticamente sobre las implicancias de sus decisiones.

 

 

 

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