Reporte Especial Inundaciones en llanuras de Bolivia dejan a residentes viviendo en carpas
Escrito por: Franz Chávez, Director Ejecutivo ANP
Ahora
que las aguas están bajando, y lo peor de la inundación parece haber pasado,
les dejamos un reporte especial, hecho en los momentos más difíciles de las
crecidas, por nada más que el Director Ejecutivo de la Asociación Nacional de
la Prensa (ANP).
Trinidad,
Bolivia.-
“Hemos perdido todo”, lamenta Martín Cayacuma un joven agricultor que junto a
su familia está refugiado en una gran tienda de campaña instalada en una
carretera que bordea Puerto Varador, en las extensas llanuras del departamento
de Beni, en el noroeste de Bolivia.
Junto a su esposa,
apenas consiguió salvar a sus dos hijos pequeños, algunos bienes y huir
rápidamente del campo agrícola cultivado en esta región amazónica, que quedó
sumergido bajo las aguas que llegaron de manera silenciosa, como suele suceder
en esta época y esta vez lo hicieron con una intensidad inusitada.
Las llanuras de
Beni tienen una altura promedio de 130 metros sobre el nivel del mar, y son
afectadas en la época de lluvias por el desbordamiento de los ríos alimentados
por aguas que descienden desde las zonas montañosas de occidente ubicadas por
encima de los 4000 metros sobre el nivel del mar y los valles centrales del
país.
Esta ecorregión de
unos 126 000 kilómetros cuadrados, es conocida como Los llanos de Moxos, caracterizados por un
inmenso humedal, selvas y sabanas integrado a la cuenca del Amazonas donde se
alternan climas extremadamente secos con inundaciones generadas por las lluvias
iniciadas en el mes de diciembre y extendidas hasta mayo.
Cubiertos por agua
y lodo quedaron los cultivos de bananos, yuca (mandioca) y los árboles de
papaya que cuidaba Cayacuma para la alimentación familiar y la venta del
excedente en Trinidad, la capital del departamento de Beni, localizada a
11 kilómetros al este de Puerto Varador y a unos 500 kilómetros al noroeste de
La Paz, la capital política boliviana.
En la carretera
que une Trinidad con el occidente de Bolivia, decenas de familias han debido
abandonar sus hogares inundados por intensas precipitaciones y ahora sobreviven
en tiendas de campaña instaladas por el Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (Unicef).
Mientras, siguen a
la espera de ayuda humanitaria y sortean como pueden las enfermedades propias
de las bajas temperaturas, según observó IPS.
“Nos ha llegado el
agua de sorpresa. La “gateadora” ha llegado de un momento a otro, describe el
joven jefe de familia. “Gateadora” es el nombre con el que se conoce a las
aguas que avanzan sigilosamente entre la sabana y sorprende a los habitantes de
la región generalmente por las noches y madrugadas.
“Hay un mundo de
necesidades”, responde Cayacuma cuando se le pregunta por los servicios
urgentes requeridos. Casi sin muchas expectativas de apoyo estatal, ahora
emplea su motocicleta para prestar servicio de taxi y generar el dinero
necesario para comprar alimentos.
Al fondo y
separado por un gran espejo de agua se pueden ver las plantas de bananos
rodeados de agua hasta sus hojas y casi en descomposición de Cayacuma, mientras
alrededor de la carpa algunas gallinas salvadas de la inundación buscan
alimento entre el barro.
En su carpa viven
unas tres familias y tiene la suerte de estar al lado de su pequeña finca,
mientras otras están algo más lejos. Pero las tiendas de campaña están
desperdigadas y cerca de las viviendas que tuvieron que abandonarse y a las que
esperan volver en cuanto las lluvias cesen y las aguas se sequen.
Familias
refugiadas, ganaderos huyendo con sus reses de las crecidas de los ríos y
afecciones de salud por las bajas temperaturas contrastan con el deseo de
supervivencia y actividad productiva de los damnificados habitantes de las
llanuras benianas
Bajas temperaturas y
afecciones respiratorias
Un informe del
estatal Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) registró lluvias con “valores por encima de lo normal” con
una precipitación de 258 milímetros en la estación de Riberalta, en Beni, para
el mes de abril, superando el rango normal de 150,4 milímetros. La entidad
estatal había anticipado antes “lluvias ligeras” hasta el 23 de mayo.
El departamento
tiene un promedio de temperatura de unos 27 grados centígrados, pero
registró un descenso de hasta unos 16 grados que afectó a la salud de sus
moradores.
En Puerto
Ballivián, a unos siete kilómetros al norte de Trinidad, estos cambios de
temperaturas y las inundaciones afectaron a la salud de cerca del centenar de
habitantes de esta zona turística, según relató a IPS la médica general Dara
Arteaga.
Para llegar hasta
esta pequeña población instalada al borde mismo del río Ibare, es necesario
atravesar una parte de la carretera inundada. Los habitantes del lugar y
visitantes caminan unos 40 metros descalzos y con el agua hasta casi las
rodillas, tratando de seguir la huella de lo que queda del asfalto degradado
por la humedad.
Los resfríos y
problemas respiratorios generados por las aguas frías de la zona inundada son
frecuentes, y entre 10 y 15 pacientes por día visitan el centro de salud
dependiente del gobierno municipal de Trinidad, explicó Arteaga.
Las diarreas y
vómitos por la contaminación de las aguas también aparecen en el registro de
las atenciones médicas.
Conviviendo con la
inundación
La mayoría de
viviendas en esta zona se construyen sobre plataformas elevadas sobre pilares
de hasta dos metros de altura, en previsión de la crecida del río y las
inundaciones cíclicas cuando las lluvias son intensas y largas, como este año.
Aunque se percibe
una emergencia en el ambiente, la vida cotidiana continúa y Daniela, quien
prefirió no dar su apellido, sabe acomodarse al momento. La llegada de
visitantes que quieren contemplar el río en su máximo nivel, disfrutar de un
paseo por los alrededores y comer algún platillo del lugar es una oportunidad
para ella.
Sobre una pequeña
parrilla alimentada por carbones, cocina unas alitas y riñones de pollo, y
carnes de res y las ofrece jugosas acompañadas de una salsa picante a los
viandantes. Un sabor de un condimento que solo ella conoce, acaricia el paladar
e invita a repetir otra porción.
Se anima a nombrar
uno de los ingredientes al explicar que la recolección de la semilla del cacao
es una de las actividades de la zona, un fruto silvestre abundante y del cual
se extrae también un “vinagre de chocolate”, el mismo que emplea en la preparación
del delicioso platillo.
Aquí la vida tiene
historias de fantasía. Relata que hace unos días, un lagarto (caimán) emergió
de las aguas que pasan ahora por debajo su casa, y atrapó y devoró a un pato
silvestre.
A Wilde Rioja
Chayana, un indígena del pueblo canichana, no le resulta extraña esta subida de
las aguas porque en sus 45 años aprendió que cada cuatro años llegan
inundaciones que cambian los hábitos de los agricultores.
“Las inundaciones
fertilizan la tierra, trae sedimentos y es una ventaja” para la agricultura,
dice este hombre de un metro y 79 centímetros de estatura, de piel morena, y
figura delgada y definida por una fina musculatura que le permite trozar
fácilmente troncos al borde del río caudaloso.
El nivel del río
sube hasta 27 metros en esta zona histórica que anteriormente se llamaba Puerto
el trapiche y cambió a Puerto Ballivián, cuando el presidente José Ballivián
(1841-1847) llegó a bordo de una embarcación y desde aquí se trasladó hasta la
ciudad de Trinidad, recuerda mientras mastica unas hojas de coca y fuma
pausadamente.
Con sus manos
fuertes y marcadas por el trabajo, parte un fruto del cacao e invita al
corresponsal de IPS a probar el sabor dulce de la pulpa blanca que rodea la
semilla y que se emplea en la fabricación del “vinagre de chocolate”.
Con el torso
desnudo y ambientado en su mundo de naturaleza de selva y ríos, declara su
adhesión a la religión evangelista, pero explica que una luna emergiendo por el
norte, la presencia de delfines rosados o los cantos de algunas aves son
anuncios confiables de un próximo descenso de las aguas.
La lluvia moja a todos
por igual
A falta del
alimento que queda sumergido, el ganado vacuno abandona las zonas
tradicionales, busca algunas zonas altas o las carreteras, explicó a IPS el
productor ganadero Óscar Hugo Suárez.
Vacas buscando
alimentos al borde de la carretera son vistas sobre la vía que conecta Trinidad
con el occidente de Bolivia. Otras no sobrevivieron y la Federación de
Ganaderos del Beni reportó la muerte de más de 8255 reses y
alertó del riesgo para la vida de otras 516 000 cabezas.
Desesperadas
acciones de salvamento de ganado fueron relatadas por el médico veterinario
Arturo Moreno. Este especialista vio morir decenas de reses que no pudieron ser
rescatadas en medio de las inundaciones.
El aconsejó a
varios productores que usen embarcaciones de gran plataforma para trasladar
vacas y toros hasta zonas altas, pero lamenta que muchos no aplicaron sus
recomendaciones.
El ganadero Suárez
considera que solo la construcción de una gran red de carreteras puede ayudar a
resolver problemas derivados de las inundaciones y atender las emergencias de
los productores con rapidez.