¿Un fracaso exitoso?
Por: Guillermo Richter, Abogado y Agustín Casanova, Sociólogo
Parecería que, el pasado miércoles 26 de junio, Bolivia vivió una intentona golpista de manual de historia. Una iniciativa naif en una época donde los golpes de Estados suelen ser bastante más sofisticados. Cabe preguntarnos, ¿esto ha sido así? ¿Hemos asistido a la aventura del General Juan José Zúñiga? Hoy por hoy, pocos lo saben a ciencia cierta. Ante esto, planteamos algunas hipótesis para pensar el tema.
Interpretaciones
En nuestra opinión, la apariencia, que indicaría que estamos ante una aventura a destiempo, es la hipótesis más probable para entender los hechos. Si bien los golpes militares no representan el signo del tiempo en América Latina, el aventurero Zúñiga pudo entender que su plan tenía algunas perspectivas. ¿Cuáles? Concretamente, pudo especular con que Arce, para no “derramar la sangre de los bolivianos”, se retiraría de la Casa Grande del Pueblo, mientras pretendía negociar con sectores constitucionalistas. En ese contexto, ya hubiese contado con algunas horas para liberar a los políticos presos. Con Luis Fernando Camacho recibido como héroe en tierras orientales, el golpe ganaría un apoyo político organizado a partir de las instituciones de Santa Cruz. A su vez, esta ultraderecha, entonada por el líder cruceño, habría encolumnado atrás de sí a toda la derecha nacional. No sería algo nuevo, Camacho se ha cansado de instrumentalizar a Carlos Mesa para conseguir sus objetivos. Siendo que el MAS-IPSP se encuentra profundamente dividido, el poder movilizador de las organizaciones sociales estaría fuertemente diezmado (incluso, sería esperable que el evismo se dividiera en torno a cómo actuar frente al golpe). Todavía quedaría la cuestión internacional, ya que es difícil legitimar un golpe que literalmente se representa con el golpe de una tanqueta en la puerta del Palacio Quemado, pero, teniendo en cuenta el acercamiento de Arce a los BRICS, también sería posible que Estados Unidos apoyase el gobierno golpista como golpe a la influencia sino-rusa.
No obstante, también, a nuestro entender, puede que lo que pasó el 26 de junio no haya sido una mera aventura de Zúñiga. Una primera alternativa sería la defendida por el propio golpista, quien, en el momento de su aprehensión, aseguró, ante el país, que se trató de una puesta en escena organizada por Arce Catacora para salvar su gobierno ante la crisis existente. Una hipótesis a la cual, desde ya, tanto la derecha como el evismo adhieren. Esta hipótesis sería algo coherente, si no fuese porque la conspiración fue confesada. Si, efectivamente, Zúñiga actuó a pedido de Arce, ¿por qué lo confiesa en el mismo día ante todo el país? Es, francamente, muy extraño que un mandatario planifique una escenificación de dimensiones globales para que, en el acto, el autor material confiese la farsa.
Es así como, viendo el desarrollo a posteriori, es posible imaginar una segunda alternativa a la aparente aventura golpista de Zúñiga, donde el golpe, lejos de ser un fracaso que nos retrotrae a los setenta, constituiría una exitosa tarea de un sofisticado golpe de Estado del siglo XXI. ¿Qué estaríamos planteando? Que la verdadera misión de Zúñiga, respondiendo a los intereses de la oposición, no haya sido ejecutar un golpe, sino instalar en la opinión pública que Arce organizó una farsa de intento golpista. Visto así, el evento, lejos de ser un fracaso, fue exitoso. No se trataría de un golpe a ejecutarse el miércoles, sino parte de un proceso en curso.
¿Por qué lo podríamos pensar? En primer lugar, por lo que afirmábamos, no parece nada lógica una simulación que incluye la confesión de su naturaleza a minutos de su realización. ¿Cómo el presidente pudo planificar una farsa así? Luego, por la forma de la “confesión”. Se generaron las condiciones para que el golpista declare lo necesario en el prime time televisivo. ¿Para qué darle la palabra a un criminal infraganti? En tercer lugar, por la performance de la oposición, que pareció más un equipo de nado sincronizado, que un grupo heterogéneo de dirigentes políticos. Sobre la tarde, Camacho, Añez y Morales, incluso Tuto Quiroga, reaccionaron a la par condenando la aventura golpista. El argumento era la “democracia”. Si pensamos que estos personajes denuncian de forma constante el carácter antidemocrático de Arce, esto resulta mínimamente extraño. Mientras que, sobre la noche, tampoco ninguno dudó de Zúñiga. Se afiliaron, desde un primer momento, a la tesis del montaje que “denunció” el golpista.
Por si fuera poco, en el día siguiente, aparecieron voces opositoras por el adelanto de elecciones. Tal es el caso de la diputada evista, Cristina Choque. Si esto se amplifica, Zúñiga, lejos de ser un fracasado golpista, cabe que haya sido un exitoso ejecutor de uno de los pasos de un golpe. La comprobación de esta hipótesis la tendríamos en el caso de que un eventual gobierno provisorio del evista Andrónico Rodríguez liberase tanto a Camacho como a Zúñiga.
Algunas reflexiones
1) El golpe, inicialmente condenado tanto por evistas como por arcistas, pareció una oportunidad para un reagrupamiento del masismo. No obstante, esa perspectiva rápidamente se cayó cuando el evismo insistió en la hipótesis del autogolpe. La tensión en el MAS-IPSP, lejos de disminuir, se radicalizó. Hoy se encuentra en su punto más álgido. La contradicción entre las alas del MAS-IPSP sigue dinamizando la política boliviana.
2) Que la dinamización de la política boliviana sea la desarrollada por las alas masistas no es garantía de su hegemonía. No hay nada que impida que la ultraderecha utilice el conflicto para sus intereses. Particularmente, el evismo, en su intento de golpear a Arce, se acerca a una derecha que, en cualquier momento, puede volverse en su contra.
3) También es verdad que la contradicción dentro del MAS-IPSP mantiene desorganizada a la derecha tradicional, que no sabe como actuar ante el problema. Este escenario profundiza la crisis política, generando las condiciones para el advenimiento de un outsider, que, con mucha seguridad, usará la “antipolítica” como slogan para esconder su política inconfesable. Si algo bueno tiene el presidente argentino Milei, es que nos demuestra que la “lucha la contra la casta” no es más que la política de los grandes monopolios transnacionales para apropiarse de la riqueza nacional.
4) Cabe decirse que Arce logró proyectar una firmeza que se le exigía desde el campo popular. Tiene, en los próximos días, la oportunidad de aprovechar el hecho para reimpulsar el proceso. Esto exige, en primer lugar, autocrítica para reconocer los grandes problemas que está viviendo Bolivia, pedagogía para explicar su naturaleza, creatividad para encontrar soluciones y audacia para materializarlas.