Un retroceso que interpela a todos, racismo en voz alta
Por: Valeria Roca Chinchilla Educadora Social
En pleno Día Nacional contra el Racismo y toda forma de Discriminación, una fecha destinada a la reflexión y al compromiso por una Bolivia más justa, las redes sociales se estremecen con un video profundamente preocupante: un concejal del municipio de Trinidad, profiere declaraciones abiertamente discriminatorias y racistas en un acto público. En su intervención, el concejal vocifera que, si el político Tuto Quiroga llegara nuevamente al poder, no permitiría a ningún colla ocupar cargos en instituciones del departamento del Beni. La afirmación, cargada de odio, reproduce los peores estigmas regionalistas y racistas que Bolivia ha tratado de erradicar durante décadas. Más aún, revela que el racismo estructural no solo persiste, sino que se expresa impunemente desde espacios de poder.
Lo expresado por la autoridad municipal no es solo una opinión, es una incitación a la exclusión y al odio con base en el origen cultural y geográfico. Es una amenaza al principio de igualdad consagrado en la Constitución Política del Estado, que en su artículo 14 prohíbe toda forma de discriminación, incluida la étnica, cultural, regional y lingüística. Lo más grave no es solo lo dicho, sino el contexto en el que se dice: en un país que ha declarado el 24 de mayo como una fecha para luchar contra el racismo, en recuerdo de la humillación pública de indígenas en Sucre en 2008, y en un departamento como el Beni, que es diverso y plurinacional en su tejido humano.
El racismo, aunque a veces se disfrace de regionalismo, es una forma de violencia. Divide, hiere, excluye y bloquea las posibilidades de desarrollo colectivo. La afirmación del concejal es preocupante porque: Atenta contra la unidad nacional, al sugerir que ciertos ciudadanos bolivianos no tienen derecho a trabajar en determinadas regiones del país. Siembra resentimiento entre pueblos hermanos: collas, cambas, chapacos, y o benianos, todos somos Bolivia. Refuerza estereotipos que históricamente han servido para justificar desigualdades y negar derechos. Deslegitima la institucionalidad pública: al insinuar que el acceso a cargos debe depender del origen y no de la capacidad o el mérito.
A los benianos nos debe preocupar este tipo de discurso que no nos representa porque somos un pueblo abierto, solidario y profundamente mestizo. Más bien nos, coloca al Beni en una posición de intolerancia que contradice su vocación histórica de hospitalidad y diversidad.
Ante declaraciones como esta, el sistema educativo boliviano no puede guardar silencio. Debe responder con acciones claras y sostenidas. Entre las tareas urgentes están: Reforzar la educación para la interculturalidad desde la primera infancia hasta la educación superior. Incorporar casos reales de racismo contemporáneo como el del concejal en espacios de análisis, debate y reflexión crítica en las aulas. Fortalecer el enfoque descolonizador propuesto por la Ley Avelino Siñani – Elizardo Pérez, que promueve una educación para la igualdad, la dignidad y el respeto. Formar a docentes y directivos con herramientas para identificar, denunciar y prevenir actitudes y discursos discriminatorios. Promover campañas escolares y comunitarias para visibilizar las formas sutiles y abiertas del racismo y construir nuevas relaciones de convivencia entre culturas. El Beni es un departamento diverso no solo por ley sino por realidad. Construir un país donde nadie sea excluido por su origen es una tarea ética y colectiva. No se trata solo de castigar discursos de odio, sino de transformar la cultura política, institucional y educativa para que el racismo no tenga lugar, ni siquiera como posibilidad retórica.
Las palabras del concejal de la principal ciudad del departamento del Beni, Santísima Trinidad, misma que alberga a hombres y mujeres llegados de las diversas regiones del país no deben pasar como una anécdota más del discurso polarizado. Deben ser condenadas, analizadas y respondidas desde todos los sectores, la ciudadanía, los medios, la justicia y, sobre todo, la educación.
Si permitimos que, a 200 años de la fundación de Bolivia, en su “2025 BICENTENARIO DE BOLIVIA” aún se aplauda el racismo en actos públicos, habremos fracasado como sociedad. Pero si respondemos con firmeza, memoria y educación, aún estamos a tiempo de construir una Bolivia libre de odio, más justa y verdaderamente plural.