La palabra gestión se asocia al manejo de un conjunto de prioridades; por cierto, que en la coyuntura han sido relegadas. La gerencia de alto nivel es parte de un modelo ideal olvidado.

El entendimiento de la demanda traducido en la misión o encargo social para la transformación creativa y transparencia, para muchos no es prioridad, principalmente cuando hablamos del sustento presupuestario en el contexto público, bajo el “paraguas” de un modelo planificado y debidamente normado, ya que la prioridad de muchos imperfectos que juegan al “gerente” es la de trabajar con base en la intriga, especulación, interés particular e inopia.

Un gerente de alto nivel consolida resultados de gestión. Es decir, no es un mero administrador de problemas o “bombero”. El liderazgo implica creatividad en la perspectiva de satisfacer las demandas del cliente interno (organización) y externo, no pudiendo concebirse que existan directores confundidos en el lenguaje de la dirigencia estrecha.

Todo modelo planificado debe ser presupuestado, entendiéndose que el último es una estimación de ingresos y/o egresos que dependen de escenarios y supuestos. No pudiendo admitirse gerentes que arrojen la toalla por chantaje, disminución de liquidez y cuya estrategia sintetice el intento de disminuir costos recortando ilegalmente los salarios. La estrategia financiera de un líder denominado gerente debe ser la de buscar la participación de sus recursos humanos, buscando nuevas líneas de emprendimiento destinadas a fortalecer el proceso productivo que subsanen el déficit y provoquen sinergia.

La gerencia de alto nivel implica capacidad de negociación con una diversidad de actores. El líder denominado gerente del desarrollo debe plantear una proyección creativa alejada de la animadversión, mentira y el estereotipo que tanto daño hacen al proceso de comunicación y gestión transparente del desarrollo, con cimiento estratégico, táctico y operativo.